Puede que en Madrid no haya playa pero lo que sí hay son gaviotas. El tramo urbano del río Manzanares se ha convertido en un lugar ideal para el avistamiento de estas inteligentes aves, tradicionalmente ligadas  al medio marino. Además de la gaviota sombría y la conocida gaviota reidora –objeto incluso de controversia política en el pasado-, este año ya se han visto otras cinco de las 52 especies esta familia de aves, algunas de ellas tan poco frecuentes en una ciudad que su avistamiento se ha convertido en un acontecimiento para los aficionados a la ornitología  urbana.

Gaviota patiamarilla Foto 1

Gaviota patiamarilla

¿Por qué hay gaviotas en Madrid? Un gran contingente de estas aves  abandona sus cuarteles de cría en el continente europeo para recalar en la península ibérica durante su viaje migratorio. Y cada vez son más las que se decantan por el interior, donde el acceso a alimentación es seguro y estable. En los últimos 20 años, ha pasado de ser visitantes poco frecuentes a superar holgadamente los cien mil individuos en Madrid durante los meses de invierno.

Gaviota cabecinegra - Juan Varela

Gaviota cabecinegra – Juan Varela

Las gaviotas sombría y reidora, provenientes del centro y norte de Europa, son los vecinos habituales de la capital en invierno. Sin embargo, poco a poco, se están incorporando otras especies menos frecuentes, como la gaviota patiamarilla, muy habitual en el Mediterráneo y las costas cantábricas; o la gaviota argéntea, más común en el norte y oeste de Europa. De hecho, los pajareros madrileños han visto cuatro ejemplares de esta especie en los últimos días. Desde Europa Central y Oriental, donde suele criar, también empieza a visitar Madrid la gaviota cabecinegra, aunque los avistamientos son escasos por el momento.

Otras especies menos frecuentes, y por tanto, más apreciadas por los aficionados son la gaviota del Caspio, típica de latitudes orientales, y  la gaviota cana, más propia del norte del continente. Por el momento, se han observado algunos ejemplares en la zona de Madrid Río.

Y aún más raras son las gaviotas enana y de Delaware,  ambas con citas en el Manzanares. La primera, solo durante los pasos y de forma aislada; y la segunda, una especie americana de creciente presencia en Europa, se ha observado en una ocasión.

Los pajareros aún tienen tiempo para avistar –y diferenciar, una tarea no siempre sencilla- a estas siete especies pero, sin duda, esperarán la llegada de otras aves mucho menos frecuentes que en algún momento han pasado por Madrid. Es el caso, por ejemplo,  del gavión,  el ave más grande de la familia de las gaviotas y muy escaso en el interior peninsular. Más raro aún, pero nunca imposible, será avistar una gaviota de Franklin, propia de Norteamérica y considerada rareza en España.

Gaviota de Franklin - Audubon - Rob Curtis

Gaviota de Franklin – Audubon – Rob Curtis

El nuevo Manzanares

Las gaviotas usan el río Manzanares como si se tratara de autopista norte-sur entre sus lugares de descanso, en embalses y graveras, y los puntos donde se alimentan, como por ejemplo Mercamadrid y los grandes vertederos de la región. Aunque no tanto como otras especies, también se están beneficiando de la reciente naturalización de su tramo urbano, que se está convirtiendo en un lugar perfecto para aficionarse y disfrutar de la observación de las aves y una apuesta por lo que se conoce como biodiversidad urbana.

Desde que se canalizara el curso del Manzanares el siglo pasado, el río no ha sido nada más que una corriente de agua superficial estancada cuyo caudal aumentaba o disminuía según la situación de sus compuertas. Sin embargo la apertura permanente, el pasado año, ha cambiado la cara al río. Se han creado islas de sedimentos, en las que crece vegetación típica de ribera que actúa filtro verde y lugar de refugio para numerosas especies. Los cambios que se han producido en el río favorecen el crecimiento de vegetación palustre, que está añadiendo nuevos inquilinos al río como el escribano palustre o el cetia ruiseñor. Quizá, con suerte, en el futuro puedan verse joyas ornitológicas como los ruiseñores pechiazules que lo lleguen a utilizar en sus movimientos migratorios o como zonas de alimentación y dormidero durante el invierno.

Camino por recorrer

La progresiva naturalización del río tiene mucho potencial, ecológico y social, y su inicio ha sido prometedor –es cierto que hay más diversidad-,  pero es preciso realizar un profundo seguimiento del proceso a largo plazo y no cesar en la adopción de medidas, tanto a nivel municipal como por parte de la Confederación Hidrográfica del Tajo. Madrid tiene, en este punto, la excelente oportunidad de apostar por proyecto de ciudad que mejore sensiblemente la biodiversidad urbana de la ciudad y convertirse en un ejemplo innovador para otras capitales españolas y europeas. En este sentido, puede tomar como ejemplo otras acciones interesantes, aunque de menor envergadura y con sus particularidades, como puede ser el parque urbano de la Vaguada de Las Llamas (Santander) o Salburúa (Vitoria-Gasteiz).

 

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