Para el habitante de las tierras interiores de la Península, la visión de un grupo de medianas gaviotas que siguen la reja del arado o se posan en las
orillas de los ríos urbanos ha dejado de ser una sorpresa. Se trata de gaviotas reidoras, uno de los láridos más abundantes y mejor repartidos en
el Paleártico. El éxito de esta especie tiene mucho que ver con su capacidad para alimentarse de casi cualquier resto orgánico. Hace ya décadas,
comenzó a colonizar la Península como reproductora, y como invernante es una especie en creciente aumento.
Se trata de una gaviota de tamaño más bien pequeño, con un característico capuchón de color marrón chocolate, presente únicamente en el plumaje de la época de reproducción (dibujo 1). Las hembras y los machos, en apariencia idénticos, manifiestan algunas pequeñas diferencias en cuanto a sus medidas corporales, ya que los machos poseen un mayor tamaño. El plumaje varía con la edad; así, los ejemplares adultos exhiben un diseño nupcial dominado por una tonalidad gris clara en sus partes dorsales (dibujo 2) y de un blanco puro en las ventrales, que se torna chocolate en la cabeza, donde resalta vivamente un anillo ocular incompleto de color blanco. Fuera de la época reproductora, los adultos pierden las plumas oscuras de la capucha, que quedan reducidas a una pequeña mancha en la zona auricular (dibujo 3). El pico es de un intenso rojo negruzco.
Los ejemplares juveniles, por su parte, son mayoritariamente pardogrisáceos en el dorso y carecen del llamativo capuchón oscuro, si bien la
cabeza no llega a ser completamente blanca, pues presenta una mancha auricular y el píleo manchado de marrón (dibujo 4); tras sucesivas mudas,
alcanzan el plumaje definitivo en su segundo año de vida (dibujo 5).
Canto
Presenta un registro de voces muy variado, pues emite desde melodiosas llamadas, kraa, hasta estridentes gritos de alarma, kek. Los reclamos en invierno son más altos y claros, diferentes a los realizados durante la época de cría.
Dónde vive
En el mundo
Ocupa como reproductora prácticamente todo el Paleártico, si bien se muestra mucho más abundante en los países del centro de Europa y algo menos frecuente en los del sur —como España o Italia—, donde la especie es un colonizador reciente.
En España
Se reproduce regularmente en las zonas húmedas situadas en las costas mediterráneas, en lagunas de La Mancha, el valle del Ebro y, excepcionalmente, en otros humedales del interior y en enclaves propicios de las costas atlánticas o cantábricas. La colonia más numerosa es la
asentada en el delta del Ebro, seguida por las existentes en La Mancha, Andalucía y el Levante. Durante el invierno es una especie bastante extendida y muy común en nuestras costas, playas, puertos pesqueros, ríos o embalses, muchas veces asociada a la existencia de vertederos, donde busca alimento en grandes grupos.
Desplazamientos
En extensas regiones de su área de distribución, la reidora se comporta como una especie netamente migradora, que se desplaza hacia el sur de sus zonas de cría para pasar el invierno en zonas como la Península Ibérica, Turquía o el norte de África, que constituye, junto con Canarias, el límite meridional de su distribución invernal. La población europea durante el invierno se ha estimado en un número superior a los cuatro millones de individuos, distribuidos de forma irregular por el continente, con máximos en el Reino Unido y Francia; en nuestro territorio, los datos existentes apuntan hacia una población invernante cercana al medio millón de aves. Hay datos de individuos anillados en Europa y recuperados al otro lado del Atlántico en Barbados, México y Canadá.
Población
Se estima que en Europa existen unos 2,3-3 millones de parejas, con una tendencia claramente expansiva, que ha llevado a la especie a colonizar —si bien de forma marginal— algunos puntos de Norteamérica. Para España se baraja una población reproductora de unas 5.000 parejas.
Cómo vive
Hábitat
Nidifica siempre cerca de zonas húmedas, tanto de agua dulce como salobre, muy frecuentemente en estuarios, deltas, marismas, lagunas, lagos, ríos de escaso caudal e, incluso, en zonas manejadas por el hombre, como graveras y embalses. A la hora de buscar alimento, puede frecuentar ambientes diversos, desde puertos pesqueros hasta basureros, además de tierras agrícolas del interior (donde es común verla seguir las rejas de los arados), arrozales o salinas.
Alimentación
La dieta de esta especie se basa, fundamentalmente, en alimentos de origen animal, por lo general insectos, anélidos, pequeños crustáceos y pececillos, así como despojos diversos que flotan en el agua o aparecen varados en las orillas, aunque suele ingerir también una cierta
proporción de alimentos de origen vegetal. En invierno, además, visita los vertederos, donde aprovecha la gran cantidad de restos de comida
arrojados a la basura.
Reproducción
Es una especie básicamente colonial, que constituye en ocasiones grandes agrupaciones donde se dan cita centenares de parejas. Construye el nido directamente en el suelo, muchas veces al abrigo de la vegetación, aunque otras en zonas desprovistas de ella; se trata de una estructura formada por materia vegetal aportada por ambos sexos, aunque es el macho el que elige el lugar y comienza la construcción, que mide unos 25-30 centímetros de altura, 40-50 centímetros de diámetro y 5 centímetros de profundidad. En estas someras plataformas, las hembras depositan dos o tres huevos de color variable, desde verde mate a gris o incluso ocre, bastante manchados, que son incubados por ambos sexos en igual proporción a lo largo de 23 o 24 días. De ellos nacerán unos pollos cubiertos de abundante y críptico plumón, que abandonarán el nido a los pocos días de nacer para deambular por las inmediaciones y alcanzarán su completo desarrollo a los 35 días de vida.
Amenazas y conservación
La gaviota reidora carece de amenazas importantes a escala global. En España se producen variaciones poblacionales relacionadas, probablemente,
con los ciclos de sequía que afectan al nivel hídrico de las zonas húmedas donde la especie nidifica. Por otro lado, un cambio en la gestión de los
residuos sólidos urbanos podría reducir drásticamente la cantidad de alimento en los vertederos y afectar de forma negativa al mantenimiento de las poblaciones de esta y otras especies de aves oportunistas.
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