La cigüeña blanca es un ave muy ligada al hombre y a sus actividades productivas, razón por la que ocupa, preferentemente, hábitats abiertos y relativamente transformados, como dehesas, regadíos, pastizales ricos en ganado, cultivos de secano, así como zonas húmedas y herbazales naturales, en los que busca su alimento. Evita, sin embargo, las áreas predominantemente forestales y las muy montañosas. En los últimos años,
se ha incrementado el número de individuos que dependen en gran medida de los basureros, cerca de los que suelen instalarse nutridas congregaciones de parejas reproductoras.
Es una especie relativamente oportunista, con una alimentación basada en grandes artrópodos —principalmente, saltamontes y escarabajos—, aunque en su dieta se incluyen también, con desigual proporción según las regiones, una gran variedad de invertebrados (en particular, lombrices de tierra) y vertebrados, como roedores, culebras, lagartijas, ranas, peces y hasta pollos de otras aves, además de una cierta cantidad de basura.
Se trata de una especie frecuentemente colonial, que suele 4 reunirse en grandes congregaciones para criar, a veces —cuando nidifica en árboles—, en compañía de garzas, garcillas y otras zancudas. El nido se sitúa con frecuencia —más del 50% de los conocidos en España así lo hacen— en todo tipo de construcciones humanas (desde iglesias (dibujo 4) y casonas hasta silos, depósitos de agua, chimeneas, torretas de electricidad y antenas, amén de transformadores eléctricos, casas de campo, ruinas y edificios monumentales), aunque un buen porcentaje se sitúa en árboles y, en menor medida, en rocas. La plataforma del nido es una enorme pila de ramas, palos y raíces, que suele contener, además, tierra, estiércol, turba, hierbas, plásticos, papel y otros materiales diversos, de unos 40-100 centímetros de altura y 80-140 centímetros de diámetro (aunque pueden superar los 2,5 metros de altura y los 2 metros de diámetro, y pesar unas 2 toneladas). Lo construyen ambos sexos, aunque con mayor aporte de material a cuenta del macho, y lo reutilizan durante un buen número de años. Al abrigo de tan inmensa construcción suelen nidificar también gorriones comunes o morunos, grajillas, estorninos y otras aves. La puesta —que suele acontecer entre marzo y abril— consta, por término medio, de tres o cuatro huevos (a veces, más) de color blanco, en ocasiones amarillento, que se tornan moteados a lo largo de la incubación. Esta se prolonga durante 29-34 días y de ella se ocupan ambos sexos, si bien es la hembra la que dedica mayor tiempo a la tarea, mientras su pareja —a la que está unida de por vida— le proporciona alimento. Los pollos (dibujo 5), que reciben los solícitos cuidados de ambos adultos, se desarrollan completamente en 54-68 días y son independientes al cabo de unos tres meses.