La pardela pichoneta se distribuye fundamentalmente por el noreste del océano Atlántico. Sus principales colonias de cría se localizan en Gran Bretaña, la Bretaña francesa, las islas Feroe e Islandia. Otras colonias de menor entidad se sitúan en las islas macaronésicas de Azores, Madeira y Canarias, y existen algunas establecidas en tiempos recientes en Norteamérica y Canadá.

No presenta subespecies.

Puede observarse principalmente en aguas canarias durante el periodo reproductor. Las únicas colonias de cría conocidas se encuentran en Tenerife y La Palma.

Fuera de la temporada de nidificación es posible contemplarla en paso otoñal por las costas atlánticas peninsulares, sobre todo en Galicia y el Cantábrico, donde resulta relativamente frecuente.

Para más información sobre su distribución territorial y otros datos de interés, consulta la ficha de a pardela pichoneta en el III Atlas de las aves en época de reproducción en España.

La población reproductora del Atlántico norte se desplaza tras el periodo de cría, a partir de julio, hacia el sur y suroeste. Una parte pasa el invierno en aguas de la costa de América del Sur, en tanto que otra se establece en aguas africanas frente a las costas de Namibia y Sudáfrica.

La población reproductora de Canarias inicia la migración en septiembre, dirigiéndose hacia el suroeste del Atlántico.

Según la Lista Roja Europea de Aves (2021) en Europa se estima que existen entre 693.000 y 779.000 individuos, con tendencia desconocida.

En España, la especie cría tan solo en Canarias. No obstante, la dificultad para acceder a sus colonias y nidos, la escasez de colonias conocidas y sus hábitos de cría (visitas nocturnas y nidificación bajo tierra) hacen muy difícil su estudio. De hecho, en la actualidad no existen datos precisos sobre el tamaño de la población y la mejor evidencia de su reproducción es el hallazgo de pollos deslumbrados por la iluminación de núcleos urbanos.

En la isla de La Palma, donde se localiza la mayor parte de la población reproductora del archipiélago, se calcula que hay 200 parejas (datos del año 2004), cifra que en Tenerife se reduce una veintena.

La pardela pichoneta, ave marina pelágica, vive en mar abierto y solo acude a tierra firme para reproducirse.

Se alimenta de pequeños peces, crustáceos y pequeños cefalópodos, que captura buceando.

Gregaria durante la reproducción, acude a la zona de nidificación en febrero. Las colonias de cría se instalan tierra adentro, a veces hasta 1-2 kilómetros, y hasta a 1.000 metros de altitud, en laderas de barrancos interiores con formaciones boscosas.

El nido se dispone en una cámara al fondo de una galería excavada por la pardela o en grietas.

La puesta, una al año y con un solo huevo blanco, tiene lugar en el mes de marzo. El periodo de incubación dura unos 45 días, y los pollos vuelan hacia el mes de julio.

La pardela pichoneta se incluye como CR – En peligro crítico en el Libro Rojo de las aves de España (2021) y aparece como VU – Vulnerable en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

La principal amenaza para la reducida población canaria radica en la depredación sobre los adultos reproductores por parte de depredadores introducidos, como gatos domésticos asilvestrados y ratas. Las luces urbanas provocan en verano la desorientación de las aves jóvenes en sus primeros vuelos, lo que ocasiona un elevado número de bajas, sobre todo de pollos. Por último, es posible que la especie se vea afectada por la contaminación marina derivada de los hidrocarburos y de los desperdicios flotantes. Otra amenaza que comparte con muchas otras especies en peligro es la inacción de las Administraciones públicas. Indicadores como son el grado de ocupación de los nidos, el número de pollos deslumbrados hallados en vías de circulación y los testimonios de los lugareños sobre los cantos observados, apuntan que podríamos estar ante una especie que sufre un declive mayor al 80 % en tres generaciones (unos 50 años).

Para mitigar estas amenazas se propone revisar la catalogación de la especie y declararla En Peligro de Extinción, con lo que se desencadenarían mecanismos establecidos en las leyes de protección de la biodiversidad, realizar seguimientos de la evolución de la población e investigar las causas de su declive, controlar depredadores introducidos tales como ratas y gatos, minimizar la iluminación artificial en puntos innecesarios cercanos a las colonias y soterrar líneas eléctricas para reducir las colisiones.