El urogallo común es una especie gravemente amenazada en España. La población cantábrica ha disminuido un 45% en 20 años y está a punto de dividirse en dos núcleos. Por su parte, la población pirenaica, aunque goza de una mejor situación, se ha reducido en un 25% en 15 años y el núcleo occidental está en grave riesgo de desaparición. Se trata de un ave muy sensible a la alteración del hábitat, aunque su
declive se está produciendo también en bosques bien conservados. La causa directa es la baja productividad, es decir, el bajo número de jóvenes criados con éxito cada año, insuficiente para compensar la mortalidad adulta. Esta baja productividad está provocada por la modificación del hábitat, el exceso de herbívoros y el aumento de depredadores. La fragmentación forestal lo obliga a visitar áreas abiertas, donde es objeto de una mayor depredación (requiere unas 500 hectáreas de bosque, cuando muchos de los actuales no superan las 200 hectáreas). El abandono del medio rural y la mala gestión forestal favorecen el cerramiento del bosque, menos apto para el urogallo. El invierno es otra época crucial; al tener que subsistir con una dieta muy
pobre, la falta de alimento o cualquier esfuerzo extraordinario debido a molestias pueden ser suficientes para debilitarlo. En las últimas décadas se ha producido un aumento en el número de depredadores oportunistas (zorros, mustélidos, jabalíes, córvidos), que atacan sobre todo nidos y pollos. Por otro lado, hay que añadir la excesiva carga de herbívoros, tanto domésticos como silvestres, que reducen el alimento disponible para el urogallo, en especial el arándano. Se ha descrito cierta correlación entre la expansión del ciervo y el incremento del jabalí en las últimas décadas y la escasez del urogallo. Otro problema conocido son los choques fatales con cercas ganaderas o cinegéticas. Aunque la caza del urogallo está prohibida,
el furtivismo sigue existiendo; asimismo, la caza de otras especies en lugares favorables para el urogallo y en invierno, la época más crítica, le ocasiona interferencias y desplazamientos. Otros problemas son las molestias en los cantaderos en época de celo por presuntos amantes de las aves, el turismo de montaña (en especial el esquí de fondo), la minería a cielo abierto, la deficiente gestión forestal y el calentamiento global. A pesar de existir una Estrategia Nacional de Conservación desde 2004, no se ha conseguido revertir la tendencia negativa de la especie y, salvo Asturias, ninguna comunidad autónoma ha aprobado sus planes de
conservación. Las medidas de conservación necesarias son: seguimiento de la población y de la productividad, estricta conservación del hábitat, reducción de ungulados silvestres y domésticos, señalización de cercas, gestión de las explotaciones forestales, prohibición de batidas de caza en zonas con urogallo, lucha contra el furtivismo, divulgación y sensibilización social y cría en cautividad.
En el Libro Rojo de las aves de España, las poblaciones cantábrica y pirenaica se consideran de forma independiente, aunque ambas aparecen calificadas como “En peligro”. En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, el urogallo cantábrico se mantuvo como “De interés especial” hasta el año 2005, que se consideró “En peligro de extinción”, mientras que el urogallo pirenaico está catalogado como “Vulnerable”, aunque se va a proponer su paso a “En peligro de extinción”. A escala europea su estado de conservación es favorable, aunque casi todas las poblaciones de países del centro y sur se encuentran en declive.