Coincidiendo con la celebración, el 12 de octubre, del Día de las Aves Migratorias, insistimos en que la desaparición de los insectos incide de forma notable en numerosas aves migratorias como en el papamoscas cerrojillo o la carraca europea, al formar parte esencial de su alimentación.
El sábado, 12 de octubre, se celebra el Día de las Aves Migratorias bajo el lema “Proteger los insectos, proteger las aves”. Una iniciativa de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS) que este año pone a los insectos como protagonistas, con el fin de destacar los problemas para la supervivencia de las aves migratorias que supone su disminución en el medio natural, dado que constituyen una fuente de alimento esencial para muchas de ellas.
Muchas aves, como el papamoscas cerrojillo, la carraca europea o el carricerín común, consumen, tanto durante la crianza de sus nidadas como durante sus viajes migratorios, cantidades enormes de insectos, cuya disponibilidad, tanto en riqueza como en biomasa total, está descendiendo de manera drástica, tal y como ha alertado Naciones Unidas.
Cambio climático e insectos como fuente nutritiva de las aves
El ciclo de las aves migratorias está íntimamente relacionado con el suministro de alimento. “Aunque, intuitivamente, puede pensarse que las aves, al migrar, huyen en esta época de la gelidez invernal, la realidad demuestra que son mucho menos sensibles al frío que a la falta de alimento, de forma general” apunta Jorge Orueta, responsable de Conservación de Especies de SEO/BirdLife, y añade: “Sin embargo, la temperatura sí está mucho más vinculada a sus presas o fuentes nutritivas (insectos y frutos), que se ven afectados por las variaciones del clima provocadas por el cambio climático, incidiendo de lleno en su presencia y disponibilidad para las aves. Por tanto, estas se desplazan de unos lugares a otros en función de los recursos susceptibles de ser consumidos”.
Algunas evidencias
A lo largo de las últimas décadas se ha podido comprobar un fenómeno muy significativo. Debido a las temperaturas más suaves al final del invierno, los robles europeos adelantan el brote de sus yemas, y también se adelanta, por la misma razón, la explosión de orugas que se alimentan de las hojas. Sin embargo, aves como los papamoscas cerrojillos, que invernan al sur del Trópico de Cáncer y se alimentan de estas orugas, encuentran dificultades para acompasar ese adelanto en el desarrollo de los vegetales y presencia de los insectos con su llegada a esas latitudes más norteñas para reproducirse.
“Cuando deciden abandonar su refugio subsahariano y aterrizar en sus espacios estivales, la disponibilidad de alimento ya no coincide con el periodo de cría. Pero a esto hay que añadir otro elemento: si bien los papamoscas han ido adaptándose más o menos a las nuevas circunstancias, sus depredadores, los gavilanes, también experimentan un desfase respecto a la disponibilidad de sus presas”, explica Orueta.
Un círculo vicioso
El cambio climático afecta a todos los eslabones de la cadena alimenticia, pero a este fenómeno hay que unir otras circunstancias que también suponen una amenaza para las poblaciones de insectos. En este sentido, apuntamos que el uso generalizado de pesticidas y fitosanitarios, y la homogenización de cultivos y paisajes, perjudican de forma notable a la abundancia de insectos y, por tanto, a su disponibilidad para las aves que depredan sobre ellos.
Es necesario entender que, en un contexto de crisis ambiental y de pérdida de biodiversidad, como la que estamos viviendo, los procesos ecológicos que son esenciales para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta se ven afectados y alterados por diferentes factores de presión, que, de manera sinérgica, acaban multiplicando su efecto negativo. En estos procesos, las cadenas tróficas son esenciales para su correcto funcionamiento. Por ejemplo, muchos insectos que llevan a cabo la descomposición de la madera muerta (como los ciervos volantes), el reciclado de los excrementos del ganado (los escarabajos peloteros) o la polinización de las plantas cultivadas y silvestres (mariposas, abejas, escarabajos y moscas) han visto desplomarse sus poblaciones en las últimas décadas por estas amenazas, incidiendo en el estado de conservación de numerosas aves migratorias, que ven condicionada su capacidad de supervivencia.
Mas información:
Reportaje Nos quedamos sin bichos. Revista Aves y Naturaleza.