Tribuna de Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife, publicada en los diarios regionales de Vocento.

 

A las voces del campo y a los trinos de los pájaros les cuesta llegar a una sociedad atrapada en lo trivial y lo inmediato. El campo está cada vez más solo, con menos agricultores, menos aves y, ahora, incluso sin tractores. Sus motores rugen clamando atención. Tienen razones para alzar la voz, pero algunos mensajes son muy difíciles de entender y, otros, de compartir. De hecho, algunas voces no parecen del campo. Lo saben agricultores y conservacionistas, las medidas medioambientales no son el problema, sino la garantía para tener campos con vida y rentables.

En SEO/BirdLife, somos conservacionistas y agricultores y sabemos de lo que hablamos. Llevamos décadas sembrando naturaleza y viviendo en primera persona las dificultades de la agricultura. La situación es cada vez más insostenible. Años de cosechas bajas -a veces inexistentes-, debido a la sequía y las olas de calor; aumentos en los costes de producción por el encarecimiento de la energía, los fertilizantes y los plaguicidas; y nuevas e incómodas burocracias, necesarias para recibir las ayudas, que complican aún más la situación.

Plantación de arroz en la Reserva Ornitológica de Riet Vell ©SEO/BirdLife

Es evidente que no le hemos prestado al campo la atención que merecía el agricultor de a pie, que ha aguantado carros y carretas, y ya se ha hartado de que la cuerda se rompa siempre por el mismo sitio. Lo entendemos. También nos pasa a los conservacionistas que llevamos décadas intentando ayudar al sector agrario con la azada en la mano y acabamos demonizados.

Las movilizaciones son un síntoma de un problema estructural ignorado por la política y la sociedad acomodada que busca los precios más bajos sin mirar la calidad de lo que consume ni valora a quien lo produce. Un escenario complejo que aflora con la falta de rentabilidad y en el que, pese al mensaje que algunos intentan introducir por las bravas, las medidas ambientales y, aún menos, la agenda 2030 no son el problema. ¿Quién puede ir en contra de acabar con la pobreza, el hambre en el mundo, reducir las desigualdades o defender un trabajo decente?

No conviene confundir el enemigo. Ningún sector depende tanto de la naturaleza, de los servicios ecosistémicos de la biodiversidad, del clima, de la fertilidad de la tierra o de la disponibilidad de agua. No queda otra. Tenemos que adaptarnos a la nueva realidad, unos y otros, todos. El sector agroalimentario, como el energético y todos los demás, deben adaptarse a la nueva realidad y necesitan una transición justa.

Tampoco es Europa el enemigo. A pesar de las dificultades y los sentimientos encontrados hay otra realidad en este sector. Su actividad está apoyada por un importante porcentaje de los fondos europeos que suponen, para muchos agricultores, más del 40% de sus ingresos. No todos los sectores, ni ciudadanos pueden decir lo mismo.

Es verdad que el problema de la falta de rentabilidad radica en los precios, pero no sólo en el precio de los alimentos, sino también en el precio ambiental de producirlos. Los costes sociales y ambientales no pueden ser superiores a los beneficios de la producción de un determinado alimento. Sembrar naturaleza en el campo es cosechar rentabilidad en las explotaciones agrarias. La ruina del campo no es la naturaleza, no es el medio ambiente. Es el modelo de producción que arruina el campo y el modelo de consumo que empobrece al consumidor. También la competencia desleal frente a productos extracomunitarios que no cumplen los requisitos ambientales que son exigidos a los agricultores europeos.

Revisemos las políticas comerciales y no tanto las ambientales. Precios justos a los productos del campo y producción justa con la sociedad.

Ante esta situación, todos debemos hacer nuestra parte, a través de políticas agrarias adecuadas y como consumidores responsables. Respecto a lo primero, aunque la nueva PAC comience a dar pasos en la dirección correcta, aún queda mucho para avanzar realmente hacia una agricultura y ganadería sostenibles. Es necesario alejarse del “café para todos”. No es lo mismo la agricultura familiar que la de las explotaciones industriales y los fondos de inversión. El presupuesto de la PAC está muy mal repartido, tanto a nivel cualitativo, como cuantitativo y, en este sentido, las prioridades en el reparto deben establecerse a partir de las externalidades sociales y ambientales de cada modelo agropecuario. Coincidimos en que no tenemos la PAC que necesitamos. No puede ser que se siga subvencionando un modelo de agricultura que esquilma recursos de todos y que no apoya a quienes apuestan por una agricultura que cuida el medioambiente y mantiene al mundo rural.  Y respecto a los consumidores, debemos asumir nuestra responsabilidad. Si queremos alimentos sostenibles, tendremos que pagarlos, valorando a quien los produce y garantizando nuestro capital natural.

No dejemos solo al campo, ni permitamos que nadie se apropie de sus voces. Agricultores y conservacionistas somos aliados, y juntos debemos revivir y naturalizar el campo, para mejorar la calidad de vida del sector, del productor y del consumidor.

Con las cosas de comer no se juega, ni con las de vivir tampoco. Produzcamos alimentos sostenibles y compremos de manera consciente. No atender a la naturaleza en el campo será la ruina de todos.

 

 

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