La llegada de la primavera se anuncia cada año en nuestras ciudades y pueblos con la llegada de unas alegres, bulliciosas y acrobáticas aves procedentes de África: las golondrinas, los aviones y los vencejos. Pero a pesar de que pasarán la primavera y el verano sobrevolando nuestras cabezas lo cierto es que la mayoría de personas confunden unas con otras, cuando reconocerlas adecuadamente es francamente sencillo… vamos a ver cómo.
Golondrinas aviones y vencejos comparten algo muy importante, todas son aves insectívoras que capturan a sus presas en vuelo. Ello hace que muestren una serie de adaptaciones comunes. como unos picos cortos en una cabeza aplanada y ancha que esconde una boca amplia que actúa como un embudo, o unas alas más o menos largas y puntiagudas para un vuelo rápido y ágil. Sin embargo estas semejanzas pueden ser engañosas, en realidad los vencejos no son parientes de las golondrinas y los aviones (que pertenecen al orden de los paseriformes, al igual que nuestro querido gorrión), y las semejanzas se deben a procesos de convergencia adaptativa; el mismo que hace un delfín y un atún muestren similitudes por adaptación a una forma de vida similar, aunque uno sea mamífero y otro sea pez.
Desde el punto de vista de la persona que comienza a interesarse por las aves, estas especies tienen un gran valor como herramienta de aprendizaje: sus semejanzas son sólo superficiales, y una observación más detenida permite percibir con claridad sus diferencias. Además, aunque todas suelen volar alternando aleteos con planeos, la cadencia y altura de vuelo habitual muestran diferencias más o menos sutiles, algo que resultará enormemente útil para entrenar nuestro ojo en estos importantes detalles. Por último, sus voces y cantos nos permitirán jugar a detectar la presencia de estas aves sin levantar la vista de la calle, otro entrenamiento genial para cuando subamos el nivel de dificultad y nos adentremos en campos y bosques.
Golondrinas:
En España hay presentes dos especies de golondrinas, ambas de presencia estival: la golondrina común (Hirundo rustica) y la golondrina dáurica (Cecropis daurica). De ambas, es la común la asociada al hombre, principalmente en pueblos y afueras de las ciudades (es rara en el interior de los núcleos urbanos pues requiere de amplio espacios abiertos para cazar). La dáurica es una especie que puede criar en algún edificio abandonado en un pueblo, pero suele mostrarse mucho más recelosa que la común en este aspecto.
Ambas golondrinas comparten una silueta muy similar, caracterizada por unas alas largas y puntiagudas y una cola de gran longitud y profundamente ahorquillada. Estas aves tienen tendencia a volar a baja altura, en ocasiones a ras del terreno, algo mucho menos frecuente en aviones y vencejos, con un aleteo alegre con cambios direccionales espectaculares.
Distinguir ambas especies resulta sencillo, pues mientras que la golondrina común presenta un dorso oscuro homogéneo (negro con brillos violáceos) y un vientre claro con la garganta oscura, la dáurica presenta un distintivo obispillo crema (plumas en el dorso justo antes del nacimiento de la cola) y vientre y garganta claros. Además, según practiquemos y entrenemos el ojo, nos daremos cuenta de que las formas de la golondrina dáurica son menos agudas que las de la común (puntas de alas y cola más romas).
En la península podemos observar tres especies de avión: el común (Delichon urbicum), el zapador (Riparia riparia) y el roquero (Ptyonoprogne rupestris). De estos, solo el roquero es residente (está presente todo el año en nuestros cielos), ya que común y zapador son aves de fenología estival. Otra diferencia la encontramos en los hábitats de nidificación; el común suele formar sus colonias de cría en edificios de ciudades y pueblos, el zapador excava nidos en taludes arenosos a orillas de ríos y graveras, mientras el roquero prefiere cortados y paredes rocosas naturales. De esto podemos deducir correctamente que en nuestros pueblos y ciudades observaremos al avión común, pero debemos de tener en cuenta que en algunas localidades pueden aparecer también cualquiera de las otras dos si existe un hábitat adecuado (ríos que atraviesan la ciudad en el caso del zapador o cortados cercanos a edificios realizados en piedra, como castillos y similares en el caso del avión roquero).
Los tres aviones muestran una silueta similar, mucho más compacta que la de las golondrinas, pues sus alas y sobre todo sus colas son más cortas que las de aquellas. Además tienen tendencia a volar a alturas mayores y realizar un vuelo más enérgico y algo menos acrobático. Lo más destacado del avión común es lo contrastado de su plumaje, entre el dorso negro (de nuevo con brillos violáceos) en el que destaca un obispillo blanco como la nieve y unas zonas ventrales blanco puro. Los otros aviones, zapador y roquero, muestran tonalidades dorsales ocres (sin marcar ningún obispillo), con el vientre claro en el primero y más “sucio” en el segundo.
Tanto la golondrina común como el avión común construyen nidos de barro adheridos a edificios, lo que genera confusión entre la mayoría de personas. En realidad los nidos son muy diferentes, el de la golondrina tiene forma de medio cuenco abierto por la parte superior, y suele estar adherido a la pared aprovechando cualquier elemento que sirva de sujeción extra en su base (unos cables, un clavo, un farol,…) a no demasiada altura -habitualmente a la altura de la calle o un segundo piso- y a cubierto de algún soportal o tejadillo, o incluso dentro de un edificio abandonado, garaje abierto,…
El avión por el contrario suele preferir lugares más elevados (aunque en ausencia de enclaves propicios puede bajar también hasta un segundo piso) dónde llega a formar colonias muy nutridas y con los nidos muy juntos e incluso solapados. Estos nidos están también adheridos por su parte superior al saliente de los tejados, de forma que forman una cámara interior totalmente cerrada salvo por un orifico de entrada y salida.
¿Y los vencejos? Dado que estas aves tienen problemas para levantar el vuelo desde el suelo, no pueden obtener barro para hacer ningún tipo de nido. Ellos se limitan a criar en grietas y huecos de edificios en los que construyen un mínimo nido empleando elementos tomados en el aire y que son mezclados con su saliva.
Vencejos:
Los vencejos reflejan como pocas especies la perfecta adaptación al medio aéreo alcanzada por las aves. Estamos ante unos seres que viven en el aire, no solo se alimentan cazando insectos al vuelo, también duermen, beben y hasta copulan mientras vuelan. Tanto es así que es normal que nuestros vencejos pasen muchos meses seguidos sin detener su vuelo en ningún momento.
De los vencejos presentes en la península, el común (Apus apus), el pálido (Apus pallidus) y el real (Tachymarptis melba), son los dos primeros lo que ocupan nuestras ciudades y pueblos, el común por toda España (muy puntual y localizado en el archipiélago canario) y el pálido más restringido a las regiones mediterráneas y sur peninsular (e Islas Canarias). Ambas especies resultan tan similares que resulta difícil distinguirlas por observación, resultando más sencillo distinguir sus voces y llamadas, más cortas en el vencejo pálido que en el común.
Estas aves presentan una característica silueta de vuelo dominada por sus largas y estrechas alas que recuerdan a la hoja de una guadaña, un aspecto oscuro casi negro (aunque en realidad su plumaje es de un tono ocre), y una forma de volar enérgica y rápida, con aleteos potentes muy característicos.
El vencejo real presenta un tamaño muy superior a las otras especies y un vientre claro, algo que permite reconocerlo con suma facilidad. Si bien no es una especie que frecuente nuestros pueblos y ciudades puede observarse surcando los cielos en las localidades próximas a sus zonas de cría (paredes rocosas, cortados fluviales,…), o incluso contando con colonias instaladas en edificios urbanos o puentes, presas, y otras infraestructuras similares.
Luis Martínez Martínez
Área Social – SEO/BirdLife
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