Nieve, hielo y temperaturas gélidas: una combinación que para nosotros puede ser desde una forma de disfrutar de una ciudad blanca nunca vista hasta una molestia que dificulta nuestro día a día. Sin embargo para las aves es un reto extremo al que muchas no sobrevivirán. ¿Sabes porqué?

Nadie habla de otra cosa: nieve acumulada como no se recuerda en muchos lugares, temperaturas nocturnas extremas, estampas nevadas inéditas, problemas de movilidad, … y con esta información abrirán los informativos de todas las emisoras y canales durante unos cuantos días.

Las complicaciones que para las personas supone este cóctel meteorológico, son en realidad pequeñas anécdotas comparadas con sus efectos para muchas de nuestras aves, obligadas a afrontar cada día algo casi imposible: sobrevivir.

Supervivencia al frío: una cuestión de energía
Las aves al igual que los humanos, son animales de sangre caliente, de hecho su temperatura normal suele rondar los 40º centígrados (unos 3º más que las personas). Esa temperatura no se mantiene de forma gratuita, al igual que cualquier casa calentada por una caldera los animales de sangre caliente estamos obligados a estar consumiendo energía para que la temperatura corporal no caiga provocando primero una hipotermia y posteriormente la muerte.

Afortunadamente las aves cuentan de un buen abrigo de plumas (sí, por eso nada abriga tanto y con tan poco peso como un buen edredón de plumas, las aves lo necesitan para sobrevivir). Las plumas (mientras estén secas) aíslan con alta eficiencia de la temperatura exterior, pero como todo tienen sus límites, y conforme más baja sea la temperatura exterior más tendrá que trabajar esa «caldera» que mantiene el cuerpo del ave a 40º, disparándose su consumo energético mientras permanece quieta durante la larga y fría noche.

A pesar de sus 20 gramos de peso, este acentor común está capacitado para soportar estoicamente temperaturas extremas, siempre que consiga alimento suficiente como para mantener su cuerpo a 40º centígrados (Foto: Luis Martínez).

La clave: Noches largas, frío y nieve

Aunque las aves pueden acumular reservas energéticas en forma de grasa, lo cierto es que no las suele gustar engordar: eso las haría más torpes y dispararía las probabilidades de que fueran víctima de un depredador. Es por eso que la mayoría de aves viven al día: comen durante las horas de luz lo justo para proveerse de la suficiente energía como para sobrevivir a la noche. Justo ahora las noches son muy largas y los días muy cortos, con lo que las aves tienen que conseguir en unas pocas horas el suficiente alimento para sobrevivir durante la noche. Además, las temperaturas nocturnas extremas incrementan sus necesidades energéticas (lo que las obliga a obtener más alimento para sobrevivir), lo cual ya de por sí es una dificultad muy importante que por sí sola se cobraría un buen número de víctimas cada noche.

Pero el reto extremo, se produce allí donde ha caído una gran cantidad de nieve. Infinidad de aves buscan su alimento sobre el suelo (semillas) o entre la vegetación más tupida (pequeños artrópodos), pero ahora estos lugares son inaccesibles al estar cubiertos por gruesas capas de nieve y hielo. Si he sido capaz de exponer adecuadamente la ecuación de la supervivencia hasta aquí, entenderéis las consecuencias para estas aves: necesitan más comida para sobrevivir pero la misma resulta inaccesible, lo que significa que un gran número de ellas no serán capaces de sobrevivir hasta el siguiente amanecer (morirán de frío, aunque la responsable sea la imposibilidad para encontrar alimento).

Esta hembra de pinzón vulgar se alimenta del alpiste depositado por el autor sobre la nieve. De otra forma hubiera tenido problemas para encontrar sustento. (Foto: Luis Martínez)

Las fugas de tempero
Por fortuna, muchas aves son capaces de anticiparse a estos eventos y escaparse de sus efectos poniendo -literalmente- tierra de por medio. El pasado domingo me di un paseo por el monte próximo a mi pueblo, y lo que más llamó mi atención no fué la estampa de encinares, enebrales y dehesas cubiertos por la nieve, no, lo más llamativo -y casi inquietante- era el absoluto silencio provocado por la casi total ausencia de aves. Y es que los zorzales, cogujadas, mosquiteros, o páridos que ocupaban este territorio hasta hace una semana, han abandonado la zona desplazándose hacia lugares más benignos. Este tipo de movimientos, forzados por situaciones meteorológicas adversas extremas no son migraciones, si no que se denominan «fugas de tempero», y es una respuesta que permite a muchas aves salvar la vida ante las escasas posibilidades de sobrevivir si permanecen en el lugar (huir nunca es de cobardes).

La Almenara vista desde los alrededores de Fresnedillas de la Oliva (Madrid) el pasado domingo 10 de enero. Lo más sobrecogedor era el silencio provocado por la casi total ausencia de aves. (Foto: Luis Martínez).

¿Y las aves que se quedan?
Algunas aves son lo bastante grandes como para sobrevivir al temporal con sus reservas. Incluso algunas se beneficiarán pues las resultará más fácil encontrar comida, como ocurre con algunos depredadores o carroñeros. Pero otras optan por no marcharse poniendo en riesgo sus vidas. Puede que se trate de aves muy «sedentarias» o territoriales, aves que confían en seguir manteniendo fuentes de alimentación disponibles, aves que se encuentran débiles para emprender un largo viaje, o simplemente aves que toman una decisión equivocada. Sea por una causa u otra son muchas las aves que se encuentran en una situación extremadamente delicada, de las que sin duda va a morir un porcentaje muy significativo mientras no desaparezca la nieve y se mantengan unas temperaturas nocturnas extremas.

La nieve no afecta a todas las aves por igual. A la izquierda vemos restos de un conejo predado por una rapaz (y es que los que se atreven a salir sobre el blanco manto son fáciles de ver y cazar). A la derecha asoman las hojas de una carrasca sepultada por la nieve, justo dónde tendría que buscar comida una curruca cabecinegra. (Fotos Luis Martínez)

Ayudar cuesta poco
Todos tenemos el alféizar de una ventana, una terraza o un jardín, desde el que podemos intentar mitigar los efectos del temporal de nieve y frío para nuestras vecinas. Es fácil comprar una bolsa de alpiste o de pipas crudas que ayudarán a que ese pajarillo que las coma sobreviva un día más.

Aquí os dejamos unos enlaces con más información para que podáis ayudar a nuestras aves:

Cómo ayudar a las aves en una ola de frío

10 cosas que debes saber antes de colocar un comedero

Comederos y alimentos para el gorrión

Esta alondra totovía no duda en acercarse a un comedero a tomar alpiste (Foto: Luis Martinez).

¿Sabías qué…?
El bird feeding, nació de forma espontánea en Reino Unido a causa de la crudeza del invierno de 1890-1891, ya que los periódicos pidieron a sus lectores que pusieran comida para ayudar a las aves ante la adversidad. Dos décadas después, la alimentación de aves silvestres ya se consideraba un pasatiempo nacional. A día de hoy, sólo en Estados Unidos de Norteamérica, se estima que 55 millones de personas alimentan aves en sus jardines, patios y terrazas, generando una economía anual de 3.000 millones de dólares en comida para aves y 800 en comederos, ¡Hasta el Congreso decretó que febrero sería a partir de 1994 el Mes Nacional de la Alimentación de las Aves!

Y para terminar, no olvidéis el agua
Si alimentáis correctamente, proporcionaréis semillas a las aves. Las semillas son nutritivas, grasas y energéticas, pero no contienen apenas agua. Cuando los termómetros apenas suben de cero grados es fácil olvidar que las aves no tienen agua a su disposición pues está congelada. Colocar, en los lugares más fríos, un plato de barro con agua tibia junto a la comida (pero sin que moje la misma), permitirá beber a las aves. Cada día habrá que renovar este agua, tanto para mantener limpio el bebedero como por estar congelado su contenido.

 

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