A finales de junio fueron introducidos 14 pollos de lechuza mediante la técnica de cría campestre controlada.
Dos meses después de su introducción en la finca Cortijo de Guadiana, los técnicos del Proyecto Life Olivares Vivos corroboran que estos ejemplares han completado su desarrollo y han comenzado a explorar el exterior: los campos de olivos que serán su nuevo hábitat.
A comienzos del mes de agosto, cuando los técnicos del Proyecto Life Olivares Vivos estimaron que las jóvenes lechuzas estaban listas para salir al exterior, se les dejó abierta una ventana a una altura lo suficientemente elevada como para evitar la entrada de algún posible depredador. Desde ese momento, ha comenzado su etapa de independencia, pasando las lechuzas buena parte del día fuera del pajar y volviendo algunas horas para descansar y alimentarse. Y es que, por ahora, siempre tienen comida disponible dentro del pajar, aunque poco a poco cada vez la utilizan menos, lo que indica que comienzan a cazar por su cuenta.
“De forma lenta pero segura, en definitiva, las lechuzas van explorando y usando el entorno circundante al cortijo, que tiene una gran disponibilidad, tanto de presas como de lugares de nidificación, y que tiene que constituirse como su hábitat”, explica José Eugenio Gutiérrez, delegado de SEO/BirdLife en Andalucía y coordinador de Olivares Vivos.
Desarrollo exitoso
Por tanto, dos meses después del refuerzo poblacional de la lechuza común en la finca Cortijo de Guadiana, en el término municipal de Úbeda (Jaén), los técnicos del proyecto corroboran el desarrollo exitoso de la reintroducción. Un refuerzo que trata de paliar la difícil situación de las poblaciones andaluzas de lechuza que, debido fundamentalmente a la transformación del medio rural, se han reducido a casi la mitad, tal y como desvelan los programas de seguimiento de SEO/BirdLife.
Mediante la técnica de la cría campestre controlada o hacking, los 14 pollos de lechuza han completado su desarrollo en el amplio pajar anexo al cortijo que da nombre a la finca. Esta técnica consiste en su cría controlada en la que se evita el contacto con los cuidadores, quienes se encargan de su alimentación y de su seguridad hasta que estas rapaces nocturnas comienzan a cazar y se independizan por completo. Las lechuzas proceden de distintas zonas para asegurar la variabilidad genética en el caso de que formen parejas entre ellas. Cuatro han sido traídas de instalaciones que GREFA tiene en la Comunidad de Madrid y el resto de varios CREA (Centros de Recuperación de Fauna Amenazada) de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía.
Cuidados y vigilancia diarios
Desde que los pollos, con unos 30 días de edad, se introdujeron en los cajones de cría, han sido alimentados y vigilados a través de las trampillas que incorporan dichos cajones. En estas tareas, junto a los técnicos de Olivares Vivos, han colaborado los propios trabajadores de la finca Cortijo de Guadiana, que han ayudado durante todo este proceso a su alimentación y vigilancia.
Poco a poco, las lechuzas comenzaron a salir de los cajones y a ejercitar su musculatura de vuelo. Primero, utilizando para sus desplazamientos unas vigas de madera colocadas en un espacio diseñado y acondicionado para tal fin y que, para facilitar su control y seguridad, fue acotado con rafias y vallas. Después, cuando se vieron más fuertes y seguras, han volado por todo el antiguo pajar y utilizado como posadero tanto las vigas más altas, algunas a 8 y 10 metros del suelo, como las cajas nido instaladas previamente también a gran altura. “Como cabía esperar, este antiguo pajar ha resultado ser un lugar perfecto para la cría campestre de esta especie. Todo este proceso ha podido ser seguido día a día por observación directa y con ayuda de fototrampeo”, explica Gutiérrez.
Seleccionado como olivar demostrativo por el Proyecto Life Olivares Vivos, la vuelta de la lechuza (Ave del Año 2018) a este cortijo es el colofón a todas las labores que se están llevando a cabo para incrementar la biodiversidad en el olivar Cortijo de Guadiana, donde producen además el AOVE Castillo de Canena. Unas actuaciones emprendidas desde hace tiempo por la propiedad, y que ahora, con el proyecto Life, están haciendo de esta un ejemplo de cómo una olivicultura bien entendida, no sólo es compatible con la biodiversidad, sino que puede contribuir de forma significativa a detener su pérdida.
Olivares Vivos es un Proyecto Life que pretende recuperar la biodiversidad y mejorar la rentabilidad de este cultivo. Para ello, los diferentes socios que lo integran (Diputación de Jaén, Universidad de Jaén y CSIC), coordinados por SEO/BirdLife, están trabajando en 20 fincas demostrativas diseminadas a lo largo de toda Andalucía, en las que se está demostrando que es posible compaginar un olivar productivo, rentable y del que se obtiene aceite de excelente calidad, con la conservación de la flora y la fauna.
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