No es que sea un secreto, pero no siempre resulta fácil saber dónde se meten las aves. Tampoco es un capricho: desvelar los misterios que –todavía– encierran las migraciones y los movimientos de muchas especies es clave para asegurar la conservación de los hábitats donde invernan, descansan o se reproducen. A ello se dedica desde hace seis años el programa Migra de SEO/BirdLife, que emplea tecnología GPS para averiguar por dónde deciden volar nuestras aves.
La disciplina tiene nombre: ecología espacial (y no es que SEO/BirdLife se dedique, como la NASA, a enviar aves con dispositivos al espacio sideral). La ecología espacial de las aves pretende estudiar y entender el uso que estas hacen del espacio. La idea es conocer los tipos de ambientes que seleccionan para alimentarse, cómo interaccionan con variables ambientales que condicionan sus movimientos y migraciones, o si hay variaciones entre distintas edades, sexos o poblaciones.
Para entender el valor de los estudios de seguimiento realizados en el programa Migra, que cuenta con la colaboración de la Fundación Iberdrola España, valga un ejemplo real: el halcón abejero Picoto, marcado por la Junta de Extremadura. Este ejemplar habita en el valle del Jerte, su zona de reproducción, entre primeros de mayo y finales de agosto. Al conocerse la ubicación de su nido, es fácil proteger su entorno más cercano pero ¿qué le ocurre y dónde está el resto del tiempo? Picoto pasa fuera de esta zona ocho meses al año. Es más: suele utilizar muchas áreas alejadas de su nido para alimentarse durante los cuatro meses que pasa en Cáceres.
Saber dónde se encuentra este halcón abejero es vital para asegurar su conservación y, de paso, la del resto de ejemplares de la especie. Y lo que ocurre con Picoto es aplicable a otras muchas aves. De ahí la importancia de obtener toda la información necesaria y analizarla, ya que sirve para sentar unas bases mínimas sobre las áreas geográficas y los hábitats empleados por cada una de nuestras especies a lo largo del año.
Las dificultades del seguimiento
El gran avance científico en el seguimiento de aves que representan programas como Migra tiene otra cara: las dificultades para sacarlo adelante. De entrada, marcar aves no es fácil en muchos casos. Ni tampoco dar con el aparato de ubicación GPS más adecuado, aquel que ocasione las mínimas molestias al ave estudiada. Además, se necesitan grandes bases de datos online, uso avanzado de sistemas de información geográfica o mucho trabajo en equipo. Eso sí, cuando todo funciona surgen momentos mágicos.
Baste otro ejemplo real: resulta sorprendente (casi inimaginable) que se marque un vencejo común en la muralla de Lugo, un lugar Patrimonio de la Humanidad; que este vuele 20.000 kilómetros y que, un año más tarde, regrese al mismo sitio y sea recuperado por el mismo equipo del programa Migra para obtener la valiosa información de su viaje. La acumula el diminuto dispositivo, de tan solo 0,6 gramos, que porta a la espalda y que muestra todos sus movimientos. De esta manera, se recopilan datos sobre el comportamiento de las especies, sus tasas de mortalidad o de retorno. Se trata de información fundamental. Solo así podremos conservar nuestro patrimonio natural.
Una gaviota , 25 años de trabajo
Los datos acumulados por Migra son ingentes: cientos de miles de localizaciones de cientos de aves. Lógicamente, en cada temporada se trabaja con especies concretas. Así, y tras marcar cierto número de ejemplares, es posible obtener la información necesaria sobre sus movimientos. Y es entonces cuando toca compartir los resultados en trabajos científicos y divulgativos. Este año, Migra –después de colaborar en varios papers en revistas de referencia–, ha publicado su primera monografía dedicada íntegramente a una especie: la gaviota de
Audouin. El estudio resume los más de 25 años de trabajo que han sido precisos para conocer su ecología espacial y sus movimientos. Es el primer trabajo de muchos que vendrán. Ya se ha avanzado en especies como el águila calzada, la cigüeña blanca, el milano real, la carraca europea o el vencejo común. Eso sí, al mirar hacia delante, el trabajo y camino que queda por recorrer es todavía inmenso.
Nuevas especies: nuevos retos
Cada año se abordan nuevas especies que nos van desvelando primicias y novedades sobre nuestras aves. Las tórtolas europeas marcadas en 2015 mostraron la importancia de las zonas agrícolas ligadas a las vegas de grandes ríos para la conservación de esta especie amenazada, tanto en España como en Marruecos. El primer buitre leonado marcado en 2016 crió en Abella de la Conca (Lérida), dentro del espacio de la Red Natura 2000 Serres de Boumort-Collegats. Sin embargo, su área de campeo tiene una superficie de unos 10.000 kilómetros cuadrados, por lo que ha volado también por Barcelona, Girona, Huesca, Andorra, y los Departamentos franceses de Ariège y Pyrénées-Orientales. Los dos alimoches marcados este año con la ayuda del Gobierno de La Rioja cruzaron el estrecho de Gibraltar en un vuelo de tan solo unos 20 minutos de duración. Viajeros sin fronteras cuyos movimientos y migraciones no dejan de sorprendernos.
MIGRA EN TRES ESPECIES
Cigüeñas adultas, menos viajeras
En algunos casos hay diferencias en la fenología o distancia de migración dentro de una misma especie, como han mostrado las más de 50 cigüeñas blancas marcadas en 10 provincias. Los adultos de cigüeña migran a una distancia media de alrededor de 700 kilómetros desde el nido, mientras que los jóvenes lo hacen a unos 2.200 kilómetros. La cigüeña adulta Blas, por ejemplo, ya no parece estar para muchos trotes. Marcada en la sierra madrileña, lleva cinco años invernando en el sur de Madrid, a sólo 70 kilómetros de su nido, aprovechando el alimento del principal vertedero de la capital. Hay casos aún más extremos: adultos que no se alejaron más de 10 kilómetros en todo el invierno de su nido mientras sus congéneres emigraban a áreas de sabana en el Sahel, a 3.400 kilómetros de su lugar de nacimiento. Un buen caso de cigüeña viajera es la riojana Yerga, que invernó en Gambia durante cuatro años.
La alta tasa de mortalidad observada en las cigüeñas migradoras de larga distancia podría indicar que reducir el viaje es ventajoso, como está ocurriendo en las últimas décadas en esta especie que históricamente migraba hasta África. La comida disponible en invierno en vertederos y arrozales, que hace décadas no existía, tiene mucho que ver. Esto explicaría, en buena parte, por qué cada vez vemos más cigüeñas en nuestras latitudes. Antes regresaban a España por San Blas y ahora se observan durante todo el año.
Milanos reales, ¿migradores?
La mayor parte de los milanos reales adultos reproductores en España permanecen todo el año en sus territorios de cría, desplazándose en un radio de entre 5 y 20 kilómetros de su nido. Sin embargo, varios ejemplares se han movido a cientos de kilómetros de estas zonas. Es más:
este comportamiento parece que se repite cada año. Es el caso del milano soriano Tera, que invernó en Sevilla a más de 500 kilómetros de su nido.
Se trata de una auténtica migración de corta distancia dentro de la península Ibérica, tal y como se ha comprobado con los datos GPS obtenidos tras el marcaje de 23 milanos reproductores en 13 provincias.
Carraca europea, muy internacional
Las aves no conocen fronteras en su migración. Por eso, y para seguir a varias especies, se han establecido colaboraciones con investigadores de otros países que ya están dando sus frutos. En el caso de la carraca europea, investigadores de nueve países –incluidos los autores de este artículo– han empleado los datos obtenidos de geolocalizadores, de emisores satélite y de
anillamientos para examinar su migración e invernada. Según concluyeron, las poblaciones más occidentales invernan en áreas diferentes (presentan baja conectividad migratoria), mientras que las orientales se agrupan en áreas de invernada comunes. La carraca está en declive generalizado en Europa pero su conservación debe extenderse, además, a sus zonas de descanso e invernada en África. Y en esta tarea hay que tener en cuenta que las poblaciones orientales son más sensibles que las occidentales a las pérdidas de hábitat en las zonas de invernada.
Este artículo, firmado por Javier de la Puente y Ana Bermejo, del Programa Migra de SEO/BirdLife, ha sido publicado en el último número de la revista Aves y naturaleza.