En el Día Mundial de la Vida Silvestre, ponemos en valor los beneficios que aportan las aves y llamamos la atención sobre las consecuencias que puede haber por el alarmante declive de sus poblaciones.
Las consecuencias ecológicas de la disminución de las poblaciones de aves, síntoma a su vez de la degradación de sus hábitats, podría tener impactos sociales derivados de la extinción de plantas, de la falta de control de plagas agrícolas o de la propagación de enfermedades.
Este año, el Día Mundial de la Vida Silvestre se celebra bajo el lema «Recuperar a las especies clave para la restauración de ecosistemas» con el fin de crear conciencia sobre el estado de las especies de vida silvestre en peligro y resaltar el poder de los esfuerzos de conservación que están en marcha para alterar su destino.
“En el caso de las aves, por sí mismas son una parte importante de nuestro patrimonio natural y constituyen elementos fundamentales en el mantenimiento de todos los ecosistemas donde viven. Pero, además, las aves proporcionan a la sociedad un conjunto de beneficios conocidos como “servicios ecosistémicos”* entre los que pueden encontrarse la dispersión de semillas, el control biológico de plagas o el disfrute recreativo”, afirma Nicolas López, responsable del programa de Conservación de especies amenazadas de SEO/BirdLife.
El declive de muchas poblaciones de aves o el riesgo de extinción al que se enfrentan algunas especies podría acarrear graves consecuencias ecológicas, sociales y económicas fruto de esa pérdida de biodiversidad. Concretamente, las consecuencias ecológicas de la disminución de las poblaciones de aves podrían tener impactos sociales derivados de la extinción de plantas, de la falta de control de plagas agrícolas o de la propagación de enfermedades, entre otras.
En el último medio siglo, se han extinguido el 1,3% de las especies de aves, y aunque no parece un número muy elevado, lo realmente preocupante es que se estima que durante el mismo periodo las poblaciones de aves han experimentado en el mundo una reducción del 20-25% de sus poblaciones, lo que implica la desaparición en poco tiempo de millones de individuos por todo el planeta. Esto supone, entre otras cosas, que las poblaciones de aves y los servicios ecosistémicos que proporcionan están disminuyendo a un ritmo mucho mayor que el de la propia extinción de las especies.
“La extinción de especies y los graves declives poblacionales acaecidos a lo largo del último siglo podrían estar alterando los elementos, funciones y procesos de los ecosistemas y, por tanto, la pérdida paulatina de los servicios que nos ofrecen y que son de importancia capital para la sociedad”, explica López.
Declive de las aves y pérdida de beneficios
Según los datos del último Libro Rojo de las Aves de España, casi la mitad de las aves presentan problemas de conservación y el 25% de las especies tienen cierto riesgo de extinción, por lo que se corre el riesgo de perder los importantes servicios que prestan como piezas fundamentales de los ecosistemas que habitan.
Entre los grupos funcionales de aves cuyas poblaciones están sufriendo un mayor declive en promedio se encuentran las aves frugívoras como la curruca rabilarga, la paloma turque, la paloma rabiche y los urogallos, que son importantes dispersoras de semillas. Las consecuencias de su desaparición tendrían importantes repercusiones en las poblaciones de muchas especies de plantas y en la dinámica de la comunidad vegetal. “Gracias al paso por el tracto digestivo de las aves muchas semillas de arbustos son capaces de germinar mejor, ofreciéndonos luego ricos frutos como moras o frambuesas silvestres”, apunta López. Entre otros factores, una inadecuada gestión forestal o el abandono de usos ganaderos se encuentran entre las causas de su declive.
Por otro lado, aunque no se conocen con exactitud las posibles consecuencias ecológicas del declive generalizado de las aves marinas como pardelas, paíños y petreles, SEO/BirdLife considera que es imprescindible investigar si esto pudiera tener consecuencias en las cadenas tróficas o las posibles repercusiones derivadas de las reducciones significativas en sus deposiciones en los lugares habituales de concentración de esas aves. Aún se desconoce mucho de estas especies de alta mar, pero la pesca accidental y la predacción de especies invasoras o asilvestradas suponen algunos de los factores de presión más relevantes.
Respecto a las aves carroñeras como el quebrantahuesos, el alimoche y los buitres, muy especializadas en el consumo de cadáveres de animales tanto silvestres como domésticos de gran tamaño, tienen un papel muy importante en el reciclaje de nutrientes y en limitar la propagación de enfermedades a los humanos y a otros animales domésticos, ya que hacen desaparecer rápidamente los cadáveres de las reses. En esa función, también son aliados contra el calentamiento global contribuyendo a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, asociadas a la recogida, transporte e incineración de los cadáveres de ganado doméstico. Aunque en cierto proceso de recuperación desde una situación crítica, estas especies aún se enfrentan a antiguas y nuevas amenazas, como el veneno y la intoxicación, los tendidos eléctricos, la disminución de la ganadería extensiva y la expansión inadecuada de energías renovables.
En el caso de los pájaros carpinteros, como por ejemplo el pico dorsiblanco, estos son considerados como especies “clave” en los ecosistemas forestales, ya que su abundancia o desaparición en los bosques, podría afectar indirectamente a otras especies que dependen de las cavidades que crean en los árboles para poder disponer de lugares de nidificación. La disminución de árboles maduros y madera muerta como consecuencia de una gestión forestal más productiva está entre las principales amenazas para esta especie.
Las aves insectívoras como golondrinas, vencejos, alcaudones o el alzacola rojizo, Ave del Año, incluyen en promedio más especies en riesgo de extinción que ningún otro grupo. La rápida disminución de las poblaciones de insectos está contribuyendo al declive acusado de estas especies. A su vez, la desaparición de estas aves en los paisajes agrarios por falta de lugares de refugio y nidificación supone la pérdida de su función como controladores naturales de las plagas que afectan a multitud de cultivos. Los servicios naturales de control de plagas están aumentando en importancia a medida que los insectos plaga desarrollan resistencia a los productos químicos y ante la necesidad de reducir el uso de plaguicidas tanto por su toxicidad como por coste creciente.
Por otra parte, hay otro grupo de especies que también ejercen un magnífico control biológico de plagas en el ecosistema, actuando como depredadores y controlando las poblaciones de roedores que afectan principalmente a los cultivos. Los casos más evidentes son las rapaces como milanos, aguiluchos y cernícalos, y de nuevo los alcaudones.
Beneficios “no materiales”
Además, resaltamos los numerosos servicios culturales que regalan las aves, y aunque son beneficios “no materiales”, este tipo de servicios sirven de inspiración estética, de identidad cultural, de sentimiento de apego a la tierra o de experiencia espiritual relacionada con el entorno natural. “Sin aves como las carracas o las golondrinas, hoy en declive, pintores como Alberto Durero o escritores como Gustavo Adolfo Bécquer, habrían perdido parte de su inspiración como artistas”, señala Nicolás López.
Y es muy importante las oportunidades para el turismo ornitológico y las actividades recreativas que ofrecen las aves, así como los beneficios para la salud mental que aportan con su mera observación como algunos estudios indican que su observación contribuye a aliviar la ansiedad y la depresión.
* Los servicios ecosistémicos hacen posible la vida humana en el Planeta, proporcionando, por ejemplo, alimentos y agua limpia; al regular la incidencia de las enfermedades o el clima; al apoyar la polinización de los cultivos y la formación de suelos, o al ofrecer beneficios recreativos, culturales y espirituales. Se estima que estos bienes tienen un valor de 125 billones de dólares según la FAO.
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