Es el alcaudón de mayor tamaño presente en la Península. Podría decirse que tiene un pico más propio de rapaz, pero posee patas de pájaro. Es sedentario y frecuente en ambientes abiertos de toda la España mediterránea y en las islas Canarias. Suele observarse posado en cables, postes o partes altas de arbustos, oteando en busca de insectos, pequeños mamíferos y reptiles, a los que en muchos casos empala en arbustos pinchudos o en vallas con alambre de espino.
Es muy fácil de reconocer. A simple vista destacan la corpulencia y larga cola de esta ave, con un pico robusto de extremo ganchudo y una cabeza muy voluminosa, en la que llama la atención un ancho antifaz negro. Tiene el dorso y la cabeza de color gris plomizo. Las alas son negras, con una distintiva mancha blanca. La cola, también negra, presenta los bordes externos blancuzcos. En cambio, el pecho y el vientre poseen un color blanco-rosado (dibujo 1). El alcaudón real se parece mucho a los alcaudones chico y norteño. Pese a ello, los adultos de alcaudón real son más grandes que los de alcaudón chico y carecen de la amplia banda negra que cubre la frente de esta última especie. Asimismo, los jóvenes de alcaudón real tienen una librea barreada en el pecho que los diferencia de los juveniles de alcaudón chico. Por otra parte, la pechuga rosada del alcaudón real permite distinguirlo del alcaudón norteño, cuyo pecho y vientre son enteramente blancos. Además, este último luce un manto gris más claro y posee dos manchas blancas en las alas (dibujo 2).
Canto
Emite notas muy diversas, metálicas, sonoras y bastante potentes. Además reproduce trinos y gorjeos de fringílidos y aláudidos.
Dónde vive
En el mundo
Se reconocen diferentes subespecies, que se extienden por tres continentes: Europa, África y Asia. En Europa, el alcaudón real es muy escaso y se restringe al sur de Francia, Portugal y España. También coloniza las islas Canarias y gran parte del norte de África, desde Mauritania y Marruecos hasta Egipto y Somalia, evitando siempre las zonas más áridas del Sáhara. Además penetra en Asia hasta Mongolia.
En España
La subespecie meridionalis coloniza toda España, salvo la vertiente norteña de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Como especie reproductora se enrarece en Galicia, el Sistema Ibérico y algunos territorios mediterráneos (Cádiz, vegas del Guadalquivir). En las islas Baleares solo aparece en invierno. Por el contrario, se trata de un ave sedentaria en las islas centrales y orientales de Canarias, donde se cita la presencia de la subespecie koenigi.
Desplazamientos
Es una especie sedentaria, aunque hay ejemplares que cruzan el estrecho de Gibraltar en agosto y septiembre. Además, en las Baleares solo se detectan ejemplares en los meses invernales. En la Península existen zonas donde macho y hembra se mantienen juntos en el territorio de cría, mientras que en otras las hembras se dispersan.
Población
Se estima que en el suroeste de Europa hay entre 212.000 y 353.500 parejas reproductoras. Gran parte de este contingente estaría en España, donde vivirían de 200.000 a 250.000 parejas en territorio peninsular y unas 1.000-1.500 en Canarias. De acuerdo con los datos obtenidos en 2013 por el programa SACRE, la tendencia parece declive fuerte en los últimos años. Dicho declive se observa desde la década de los setenta se ha constatado una importante reducción (20-70%) en el área ocupada y en el número de ejemplares en múltiples enclaves de la mitad norte peninsular y en Canarias.
Cómo vive
Hábitat
Ocupa zonas abiertas, con árboles y arbustos dispersos, casi siempre por debajo de los 1.500 metros de altitud. Se observa en dehesas, manchas abiertas de matorrales (chaparros, enebrales, sabinares pastoreados), campiñas, almendrales, olivares y, en general, en parajes agrarios con cultivos, tanto de secano como de regadío. En Canarias, la subespecie koenigi se instala en territorios costeros dominados por cardones y tabaibas o en retamares y campos de cultivo abandonados.
Alimentación
Se alimenta de grandes insectos (escarabajos, saltamontes, grillos), ratones, topillos, pajarillos y reptiles. Con frecuencia genera despensas empalando sus presas en las ramas punzantes de majuelos, endrinos y otros arbustos pinchudos (dibujo 3). Para despedazar a sus presas más grandes se apoya en dichos arbustos y en alambradas con espino. Caza al acecho, oteando desde un posadero dominante, como postes de teléfono o eléctricos, cables paralelos a carreteras y caminos, o ramas altas de arbustos.
Reproducción
En territorios semiáridos y cálidos de África inicia la reproducción en enero, pero en España suele comenzar en marzo o abril. Puede sacar adelante hasta tres polladas, aunque en general tiene una puesta, especialmente en territorios fríos continentales o de media montaña. Emplaza el nido en arbolillos o en arbustos densos, habitualmente pinchudos. Para construirlo emplea ramitas, hierbas secas y musgo. La puesta consta de cinco a siete huevos, de color blanco verdoso u ocre y con motas oscuras (pardas, rojizas, grises o de color púrpura), que se concentran en el polo más ancho. Los pollos nacen tras 15-19 días de incubación, son alimentados por ambos padres, y en menos de tres semanas abandonan el nido.
Amenazas y conservación
Figura como especie “Casi amenazada” en el Libro Rojo de las aves de España (2004), y para la subespecie canaria no hay propuesta de categoría por la ausencia de datos. El acusado y preocupante declive detectado en la mitad norte de España (no hay datos de la mitad sur) parece deberse a cambios en las prácticas agrarias. Por un lado, la intensificación de las explotaciones resulta sumamente perjudicial para aves insectívoras y carnívoras como los alcaudones. El empleo abusivo de plaguicidas disminuye la cantidad de insectos y pequeños mamíferos, además de provocar el envenenamiento de las aves, con su consecuente infertilidad o muerte. Asimismo, con la agricultura moderna se reduce la diversidad de ambientes donde emplazar el nido o buscar comida, pues se eliminan los linderos de arbustos y los barbechos. Por otro lado, también le afecta negativamente el proceso opuesto, ya que el abandono de las prácticas agrarias se traduce en una rápida matorralización, lo que limita igualmente la disponibilidad de insectos y otros pequeños animales.
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