COP25 – Crónicas climáticas 6
Por Agustín Carretero
Imaginemos el siguiente escenario: En 2050 España se abastece totalmente con energías renovables. A cambio, extensas superficies de gran valor natural o agrario han sido sacrificadas para instalar miles de plantas fotovoltaicas y parques eólicos. Menuda contradicción, perdemos biodiversidad para evitar el calentamiento global. Pero, ciertamente, para que esto no ocurra se abre una oportunidad histórica de conseguir que la transición hacia las energía limpias sea también, en su implantación, 100% responsable con la vida silvestre, los paisajes y los ecosistemas.
De cómo afrontar este dilema ha versado la mesa redonda que ha acogido esta mañana el Nido de SEO/BirdLife, en la quinta jornada de la COP25, en la zona azul destinada a la sociedad civil. Representantes de eléctricas, del sector renovable, de la ciencia, la tecnología y el conservacionismo han atizado este animado debate donde han tenido que encarar y responder ante este dilema.
Gonzalo Sáenz de Miera, director de Cambio Climático de Iberdrola, ha roto una lanza por el compromiso de la empresa que representa para abordar el desafío de incorporar la biodiversidad en su volumen de negocio, “para que las energías limpias sean responsables con la conservación de la naturaleza”.
En esta línea, ha destacado también la importancia de mejorar la eficiencia energética, y ha reconocido que ha habido una revolución tecnológica que ya hace posible esta transición hacia un sistema eléctrico 100% renovable. “En 2030, el 75% de la generación eléctrica en España será renovable, y no solo es técnicamente posible sino que es deseable. Además es una oportunidad de empleo, ya que se necesita invertir 6.000 millones de euros anuales en los próximos 10-15 años, para lo cual hacen falta políticas públicas, definir objetivos y políticas fiscales que incorporen el principio de quien contamina paga”, ha declarado.
En cuanto a la ubicación de estas tecnologías ha destacado que “hace falta que también se planifiquen los lugares apropiados para saber dónde y cómo son viables para respetar la biodiversidad”. “Se necesitan alianzas, pues tanto las empresas como las ONG no pueden resolver solas el problema, deben existir puntos de dialogo para hacer bien las cosas y que estos proyectos sean buenos para la biodiversidad española”, ha explicado.
“En SEO/BirdLife apostamos por la planificación nacional, anteponiendo siempre reducir el consumo energético. No tratamos, por tanto, de sustituir de un modo de producción por otro modelo idéntico sino, primero, reducir el consumo y fomentar el ahorro, para lo cual las políticas públicas son imprescindibles, pero tiene que ser un proceso interactivo, contando con la sociedad para avanzar en esa línea”, ha sostenido Ana Carricondo, responsable de Proyectos de Conservación y Especies de SEO/BirdLife.
Carricondo se ha hecho eco también del grave problema que puede suponer ubicar estas instalaciones en lugares de gran valor natural. No en vano, España es el país con mayor biodiversidad de Europa, con la mayor superficie dentro de la Red Natura 2000, acoge el 90% de la población continental de buitres y las mejores poblaciones de aves esteparias de Europa occidental. “Se ha avanzado a la carrera en implantar energía renovables y, de hecho, fomentar la potencia es necesario, pero aprovechando espacios como suelos industriales o urbanos en lugar de suelos rústicos de gran valor natural o estratégico, como los terrenos agrícolas que pueden servir en un futuro para alimentar a la humanidad”, ha advertido ante la prisa por converger hacia un modelo renovable sin existir aún en el Plan Nacional de Energía un plan territorial que considere este factor.
Por su parte, Alejandro Labanda, director de Estudios de la Unión Española Fotovoltaica, ha destacado algo esencial para facilitar la instalación de paneles solares en nuestros tejados: la reducción de costes de esta tecnología. “El autoconsumo permite el empoderamiento del consumidor, creemos en ello y por eso hemos impulsado la campaña para derogar el impuesto al Sol, que se nos reconozca legalmente el derecho a autoconsumir electricidad”, ha defendido.
Sin embargo, ha sostenido también que “a pesar del gran potencial solar de España no es posible el total abastecimiento con autoconsumo. Es necesario implantar este modelo en el suelo y para ello el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), 2021-2030, prevé cifras que inevitablemente requieren grandes plantas solares. Para hacer responsablemente esta transición hemos convocado un grupo de trabajo que integre las mejores prácticas en las instalaciones fotovoltaicas para reducir su impacto ambiental; un total de catorce medidas que se resumen en reducir el impacto en la instalación, global y social, por ejemplo, si detectamos un impacto ambiental, aunque sea mínimo, hay que dejar caer ese proyecto”. Entre esas medidas, Labanda ha señalado la integración de la fauna local en la plantas solares, como refugios para la biodiversidad, respetar la cubierta vegetal y la fertilidad del suelo, y la compensar la huella de carbono de la fabricación de paneles solares apoyando proyectos de conservación de la biodiversidad y reforestaciones.
“El planeta no puede dejarse en manos del sector eléctrico”. Así de vehemente se ha mostrado José Antonio Sánchez-Zapata, miembro del Comité Científico de SEO/BirdLife y profesor de a Universidad Miguel Hernández, de Murcia. Su larga trayectoria como investigador de los impactos de los aerogeneradores en la avifauna avalan esta sentencia. Y es que los datos aportados son escalofriantes: solo en Cádiz entre 1992-2015 han muerto por colisión 1.772 buitres y en Navarra 5.000, superando con creces a otra lacra para la fauna, como el veneno. “Las termosolares buscan territorios que son los mejores hábitats para sisones o avutardas, espacios llanos y baratos, que coinciden precisamente con muchos de los lugares con mayor biodiversidad”, denuncia el investigador.
Sánchez-Zapata tampoco ha obviado la cara oculta de las líneas de evacuación de energía que acompañan a estas plantas eólicas o fotovoltaicas, donde por electrocución o colisión mueren anualmente miles de aves. “Iberdrola ingresa 3.000 millones de euros y apenas invierte en modificar estos tendidos”, ha lamentado. Pero lo grave es que esto podría evitarse, para lo cual ha presentado como ejemplo un modelo de prevención de riesgo para el alimoche, “una información que no se está utilizando en el plan de energía y clima de cara a definir cómo hay que planificar un proyecto eólico o fotovoltaico”.
Además ha denunciado un problema de especulación generado por la expectativa de implantación de renovables a gran escala: “tenemos enorme superficie ya deteriorada, 9.000 km2 de suelo urbano e industria y 20.000 km de grandes infraestructuras lineales (tren de alta velocidad, autovías) que podrían ser utilizadas y de las que no se menciona ni una palabra en el Plan de Integracion que está preparando el Ministerio de Industria. Un plan –recalca- que debería involucrar a la sociedad civil, las ONG, y no tener únicamente a las empresas eléctricas como interlocutores”.
A medio camino entre la industria energética y el conservacionismo, se encuentra Vortex Bladeless. Una empresa pequeña formada por siete amigos que ofrece una solución tecnológica para evitar la mortalidad de aves por colisión con los clásicos aerogeneradores de aspas. El último prototipo de Vortex, un curioso aerogenerador sin palas que funciona por fricción eólica, ha sido presentado por David J. Yáñez, técnico y cofundador de esta empresa de ingenios energéticos 100% española.
Este ingeniero ha explicado la genialidad de su prototipo, perfeccionado pero aún por mejorar, cuyo funcionamiento se inspiró en el movimiento oscilante de los puentes colgantes, y se basa en el mismo fenómeno físico de resonancia que hace ondear las banderas con el viento. Un mecanismo que no requiere engranajes, ejes o rodamientos, y que, por tanto, no precisa mantenimiento continuo, al igual que los paneles solares. Su objetivo es producir energía limpia, sin impacto en la biodiversidad y con posibilidades de instalación para autoconsumo. “La eólica convencional ha llevado décadas de investigación con miles de los mejores ingeniero del mundo detrás. Nosotros somos un grupo de siete compañeros que en seis años hemos mejorado un prototipo que funciona, por lo que soy optimista”, ha subrayado Yánez.
Ideas que, sin duda, nos enseñan que la ciencia, la tecnología y el conservacionismo pueden caminar de la mano, buscando el objetivo conjunto de colaborar en la conservación del planeta mejorando la calidad de vida de las personas y salvaguardando a su vez la biodiversidad.