Tras múltiples y espectaculares inmersiones, ha registrado la mayor marca conocida de profundidad para una pardela balear: 37,75 m, en aguas al sur de Formentera. Además, ha recorrido 530 km en cerca de ocho horas y media, a una velocidad promedio que supera los 62 km/h.
Las marinas son uno de los grupos de aves más amenazados del planeta, cuya abundancia ha caído en un 70% en los últimos 60 años. También son uno de los grupos menos conocidos hasta hace poco, pues sus hábitos en alta mar hacían difícil su estudio, y la mayor parte de lo que conocíamos era información inferida a partir de los estudios en sus colonias de cría, donde son más accesibles. Esto ha cambiado en años recientes gracias en gran medida al avance de las tecnologías de seguimiento remoto, que permiten conocer los movimientos y estudiar el comportamiento de las aves en alta mar. Grupos como las pardelas y los petreles, que se cuentan entre los más estrictamente marinos, desvelan poco a poco sus secretos gracias a las mejoras en precisión y miniatuarización de un sinfín de dispositivos, como registradores de GPS y sensores de profundidad, entre otros.
Para entender estos cambios nada mejor que seguir la pista de Maireta: una pardela balear, capturada desde un pesquero (la Maireta IV, que da el nombre a esta pardela) en alta mar frente a Barcelona el pasado mes de mayo. La captura accidental en artes de pesca representa la principal amenaza para esta especie catalogada “en peligro crítico de extinción”, y colaborar con los pescadores para minimizar el riesgo de estas capturas es una importante línea de trabajo del Programa Marino de SEO/BirdLife. Pero en esta ocasión la captura -realizada por SEO/BirdLife dentro del proyecto Life IP Intemares (coordinado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través de la Fundación Biodiversidad- fue intencionada, y sin daño para el ave, con el objetivo de colocar un dispositivo GPS que permitiera seguir sus movimientos en las semanas siguientes.
La cría: un constante ir y venir
Las pardelas baleares crían exclusivamente en el archipiélago del mismo nombre, entre principios de marzo, cuando ponen su único huevo, y finales de junio, cuando el pollo está a punto de volar. Lo hacen en cuevas y recovecos en islotes y acantilados marinos, a menudo en zonas inaccesibles. Entre marzo y abril, los adultos se turnan para incubar el huevo, mientras el otro busca alimento lejos de la colonia, a menudo varios días seguidos. Una vez nace el pollo, hacia finales de abril o principios de mayo, ambos adultos abandonan el nido, y solo regresan cada pocos días, de noche, para alimentar a su cría. Es en este periodo que Maireta fue capturada, concretamente el 23 de mayo.
La primera información interesante que aportó esta pardela es la ubicación de su nido, en los acantilados de los islotes de Malgrats, al suroeste de Mallorca. Desde allí, en las siguientes semanas, realizó numerosos viajes hacia las costas del levante ibérico y Cataluña, el golfo de León (hasta la Camarga) y las aguas al sur de Ibiza y Formentera, en busca de comida para alimentar a su pollo. En total fueron 10 viajes en 40 días, hasta que en la madrugada del 2 de julio abandonó definitivamente la colonia, dejando a su pollo bien cargado de energías, para afrontar su propia migración a los pocos días.
La migración
Tras la última visita a la colonia, Maireta “puso la directa” hacia el Atlántico, en una ruta muy costera que la llevó a cruzar el estrecho de Gibraltar al cabo de un día y medio, para seguir remontando la costa ibérica hacia el norte. Tras un “descanso” en el norte de Portugal, frente a Aveiro, siguió su ruta para alcanzar el punto más septentrional de la península, la mítica Estaca de Bares, el 9 de julio a primera hora de la tarde. Desde allí, después de haber recorrido toda la península enganchada a la costa, dio un gran salto que la llevó a cruzar del tirón el golfo de Vizcaya, alcanzando las costas de la Bretaña francesa, a la altura de Lorient, esa misma noche: ¡más de 530 km en cerca de 8 horas y media, a una velocidad promedio que supera los 62 km/h!
La muda
Una vez en Bretaña, siguió costeando hacia el norte, para pasar las últimas semanas en la costa norte de esta región, cerca de la bahía de Saint-Brieuc, desplazándose los últimos días hacia las islas del canal (Jersey y Guernsey). Como es sabido, una parte importante de la población de pardela balear pasa el verano en estas aguas, ricas en alimento, para realizar su muda anual. Algunas de ellas se quedan más al sur dentro de la propia Bretaña, mientras que otras no pasan del norte de Portugal y sur de Galicia. Por otro lado, en los últimos años, es cada vez más frecuente observarlas en el suroeste de Gran Bretaña.
Es esperable que Maireta se alargue unas semanas en la zona, para iniciar su camino de vuelta al Mediterráneo en otoño. Sin embargo, será difícil que el GPS que ha revelado tanta información aguante hasta entonces, pues con estas aves se suele sujetar el dispositivo a las plumas del dorso con una cinta especial, de forma que acaba desprendiéndose durante la muda. La alternativa de marcarlas mediante un arnés, técnica habitual en otras aves, es poco recomendable para estas aves buceadoras, pues existe el riesgo de que durante las inmersiones el arnés quede aflojado y pueda causar enganches y lesiones.
Buceos
Una de las novedades de los emisores empleados este año es que llevan un sensor de profundidad, lo que permite estudiar en detalle el comportamiento de alimentación de las pardelas. Y Maireta no ha decepcionado. Ha realizado múltiples inmersiones, registrando el récord de profundidad conocido para una pardela balear: 37,75 m. En general las inmersiones son más someras, pero es frecuente que alcancen los 10 o 20 metros.
El valor de este tipo de estudios
Aunque Maireta es solo un ejemplo, el marcaje de aves permite obtener información de gran calidad, que consigue entender mejor su biología y contribuye a su conservación. Ejemplo de ello es el inventario de Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA) marinas elaborado por SEO/BirdLife en 2009, que dio pie a la designación de Zonas de Especial Conservación para las Aves (ZEPA) marinas en España, en 2014. Así, por ejemplo, y ciñéndonos al caso de Maireta durante la época reproductora, se observa cómo las zonas de alimentación más utilizadas coinciden con importantes ZEPA marinas, como el Espacio marino del Delta de l’Ebre – Illes Columbretes y el Espacio marino de l’Empordà, zonas ricas en pequeños peces pelágicos como la sardina y el boquerón, presas predilectas para esta especie.
La información de seguimiento remoto también permite entender cómo interaccionan las aves con su entorno, tanto el medio marino como las actividades que en él se desarrollan. Cabe citar dos trabajos recientes, en los que ha participado SEO/BirdLife. En uno de ellos, la información de seguimiento remoto solapada con datos de distribución de plásticos en el mar, permitía identificar a la pardela balear, junto a la pardela mediterránea, como las dos especies potencialmente más amenazadas por este impacto. En otro, se mostraba un claro efecto del cambio climático en los movimientos migratorios y los patrones de distribución de las pardelas baleares en el Atlántico.