Editorial publicado en el nº 40 de Aves y naturaleza
Queridísimas aves,
Siento la necesidad de compartir y sincerarme con todas vosotras. Llevamos muchos años trabajando “ala con codo” y, aunque lo sabéis, no sobra confesar aquí que nos inspiráis cada día, que sois el motor poderoso de SEO/BirdLife y de muchos más en la lucha por conseguir un mundo mejor.
Amigas aladas, vuestra solidaridad con la humanidad viene de muy atrás: habéis contribuido a la cultura, a la ciencia y, por supuesto, a nuestra misión en SEO/BirdLife: la conservación de las aves y de la naturaleza. Humildemente, gracias con “alas” por todo.
Durante nuestra historia común, los humanos os hemos venerado, disfrutado, estudiado, contemplado, protegido y –perdón por ello– también perseguido, y en numerosas ocasiones esquilmado. Somos así. Maldita barbarie humana.
A día de hoy, el mundo no está en su mejor momento, asediado por insoportables guerras que no dejan fuera a Europa, nuestra y vuestra gran esperanza ambiental y social. Malditas fronteras políticas.
Desde hace siglos y siglos, las aves y los humanos convivimos y, por tanto, compartimos dificultades y desigualdades para –en términos ornitológicos– anidar, criar, migrar…, vivir. Ya sea en el campo, en la ciudad o en la mar…
Los campos están en silencio. Las tierras se están empobreciendo, secando por la falta de agua y vaciando de vidas que vuelan y que no vuelan. El uso masivo de pesticidas y fertilizantes, el ansia de no dejar ni un centímetro de parcela sin arar, están llevando a la ruina a nuestros agricultores y a vuestras poblaciones. Las aves agrarias y las gentes del campo tenéis los mismos problemas y necesidades. Incluso podríais ir a una manifestación conjunta y reclamar precios justos y alimentos saludables. Maldita codicia productivista.
Las ciudades son grises e inhóspitas. Es cierto que a las aves urbanas os resulta imposible encontrar un huequecito para anidar en la ciudad, pero no es más fácil para los humanos encontrar viviendas dignas. Y qué decir de respirar aire limpio, por no hablar de la contaminación acústica. Ahora, vosotras cantáis más alto, habéis cambiado vuestras vocalizaciones para lograr emparejaros, y nosotros hemos cedido las zonas peatonales a los coches. Maldita engañosa calidad de vida.
Los mares son de plástico. En el mar la situación tampoco es fácil: en poco tiempo habrá más plásticos que peces. La situación se complica para las aves marinas y para los humanos que viven de la mar. El cambio climático –del que somos los únicos responsables– está asfixiando la vida marina y marinera. El mar es la gran cloaca de la vida en tierra. Malditos cantos de sirena.
Perdonadnos. Los humanos no sabemos estar a la altura y mucho menos volar alto. Estamos atentando contra nuestra propia existencia y la vuestra, dilapidando naturaleza y expoliando nuestros propios derechos. Algunos intentamos devolveros la dignidad que merecéis y, al mismo tiempo, protegernos. No es mero altruismo, es supervivencia de nuestra especie. Y para conseguirlo ensayamos todas vuestras estrategias a nuestro alcance: planeamos, trinamos, hacemos reclamos, batimos piernas y brazos, piamos y… Maldita resistencia al cambio.
Nosotros y vosotras –como centinelas de la salud del planeta–sabemos que tenemos que cambiar ya, que tenemos que migrar hacia la sostenibilidad ambiental como única vía de lograr la equidad social y la justicia ambiental. Pero, lejos de empezar, se inician corrientes que alardean y tachan de absurda, nada más y nada menos, que la agenda de las agendas, la Agenda 2030, donde los objetivos ambientales, sociales y económicos se dan la mano. Maldita sensación de retroceso.
De hecho, el secretario General de la ONU afirmaba, con razón, que habíamos abierto las puertas del infierno. Por eso, necesitamos vuestra ayuda. Un mundo sin aves será eso, el averno. Hasta ahora, habéis sido mensajeras, y ahora podríais ser mediadoras. Generáis empatía social, necesaria para la transición ecológica. Jugasteis un papel fundamental, incluso en el activismo feminista en defensa de vuestras plumas y, ahora, os necesitamos nosotros para salvar el pellejo.
Juntas hemos conseguido hitos históricos, como una buena regulación ambiental y el reconocimiento del derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible. Benditas sean las alianzas y los acuerdos.
Sois la inspiración y la fuerza de nuestro incansable y democrático activismo ecologista. Digan lo que digan, y aunque intenten desplumaros a vosotras, las aves, y a nosotros, los activistas, cortarnos las alas, estamos más fuertes que nunca. Bendito activismo.
Las aves habéis sido criaturas clave en la cultura y en la conciencia social de la conservación ambiental. Y con vosotras –las mejores representantes de la naturaleza en la historia– vamos a seguir `batiéndonos las alas´ por campos sonoros, mares sin plásticos y ciudades verdes. Necesitamos sentir la alegría de observaros, escuchar vuestros cantos y disfrutar de vuestra belleza por tierra, mar y aire, para no desfallecer. La ruta no será fácil, pero con vuestras alas será posible. El derecho a un medio ambiente sano será una realidad para la humanidad. Benditas, vosotras las aves.
Vuestra siempre aprendiz,
Editorial publicado en el nº 40 de la revista Aves y naturaleza, editada por SEO/BirdLife