A mediados de enero del presente año nos llega la triste noticia del fallecimiento en Tarifa de Manolo, como le llamábamos amigos y compañeros. Una excelente persona que no vamos a olvidar y que merece un sentido reconocimiento como estudioso de las aves, docente y conservacionista.

Nacido en 1943 en Trujillo, Extremadura, estudió la carrera de biología en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró en 1973 con una tesis dedicada a las garzas españolas, bajo la dirección de Francisco Bernis. Con él empezó a colaborar ya a mediados de los años 60, tanto en las tareas de la cátedra como en la Sociedad Española de Ornitología. En SEO ‒fundada apenas diez años antes para coordinar e impulsar el trabajo de los entonces contados ornitólogos del país‒ Manolo desarrolló un papel decisivo, sobre todo desde que, tras la retirada de Bernis, ostentó el cargo de secretario general durante un cuarto de siglo, de 1976 a 1990. Su colaboración fue importante en múltiples aspectos, desde la publicación de la revista Ardeola y el Boletín-circular, más tarde La Garcilla, hasta la organización de los censos de aves acuáticas de enero o de las sucesivas Jornadas Ornitológicas cada dos años. Pero sobre todo en el apartado del anillamiento científico, como director que fue del Centro de Migración de Aves entre 1970 y 1986. En este puesto llevó adelante con decisión un enorme trabajo burocrático y formó con entusiasmo a un elevado número de anilladores. También en 1970 fue esencial en la creación de la estación ornitológica de El Borbollón, para proteger una colonia de garzas situada en una isla del embalse cacereño del mismo nombre, que fue la primera reserva en España en manos de una entidad privada.

Otro aspecto en el que su trabajo resultó de la máxima importancia fue la puesta en marcha de las campañas de estudio sobre la migración de cigüeñas y rapaces en el estrecho de Gibraltar, como viene a reconocer Bernis en la principal publicación resultante, de 1980, al explicar que la labor de Fernández Cruz fue, entre la de los muchos ornitólogos que participaron, la “más perseverante y trascendente”, hecho que tal vez se debiera haber reconocido de algún modo en la firma del trabajo. En cualquier caso, aquellas campañas del GEMRA marcaron para Manolo el inicio de una larga relación con la comarca del Estrecho, a la que continuó acudiendo año tras año, a menudo con grupos de alumnos, para estudiar sobre todo las cigüeñas blancas, y en la que terminó por establecer casa propia en Tarifa. No extraña que la Sociedad Gaditana de Historia Natural le nombrara socio de honor. Más trabajos ornitológicos con su participación son, que recordemos, la primera encuesta sobre fechas de llegada y paso primaveral de las aves en España (1971), el primer censo invernal de la grulla (1981), la clasificación de zonas húmedas españolas en función de las aves acuáticas ‒que preparó para el ICONA y se incorporó en 1990 al inventario de Áreas Importantes para las Aves‒ y los censos de garzas invernantes y coloniales en España y Portugal (1992).

En el departamento de zoología de la Universidad Complutense continuó trabajando hasta su jubilación y allí dejó profunda huella entre colegas y alumnos, entre otras cosas por su carácter franco y cordial. Ejemplo de su buen hacer podrían ser los viajes de prácticas que cada año llevaba a cabo con los alumnos de zoología de vertebrados hasta Andalucía, para visitar las lonjas de pescado en puertos como Huelva y Algeciras, y humedales como los del Odiel y Doñana. También, el montaje con ayuda de los alumnos de cientos de esqueletos animales que ahora se pueden contemplar en el notable Museo de Anatomía Comparada de Vertebrados de la UCM, museo que quizás debiera llevar su nombre.

por Eduardo de Juana Aranzana.

 

Manuel Fernández-Cruz recibió en 2019 el Premio Francisco Bernis a la Trayectoria Personal, junto con Olegario del Junco, dos personas con una larga trayectoria vital de compromiso con el estudio científico, la divulgación y la conservación de la naturaleza.

 

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