Una disciplina con mucho potencial que ha permitido distinguir especies de aves.
Cuando se sale a pajarear, tan importante es la vista como el oído. Y es que el canto de las aves es una herramienta clave a la hora de identificar especies, sobre todo si son escurridizas o nocturnas. Pero, además de ser tremendamente útil para realizar censos, los sonidos de aves, insectos y resto de animales pueden dar mucho más de sí. Tanto que tienen disciplina científica, la bioacústica, una rama del conocimiento que está destinada a dar bastante que hablar. Te damos todos los detalles. Qué es y para qué sirve la bioacústica Se trata de una ciencia que combina la palabra “biología” y “acústica”. El origen de esta disciplina científica nació con la curiosidad de un científico esloveno al que le fascinaba estudiar los sonidos de los insectos (a los que, por cierto, debemos prestar más atención). Durante estos estudios Ivan Regen, este curioso de los bichos, no contó con grabadoras digitales ni otras herramientas actuales de la bioacústica ya que estos avances modernos son de finales del siglo pasado. Esta disciplina sirvió a Regen para realizar múltiples experimentos con insectos y determinar así la forma que tienen estos de recibir y emitir sonidos, así como el comportamiento asociado y las interacciones sonoras entre individuos. Regen descubrió que los insectos detectan sonidos en el aire a través del órgano timpánico. Actualmente las mejoras de los aparatos electrónicos, los dispositivos de grabación y herramientas digitales para el estudio de los sonidos han alcanzado un nivel de precisión que incluso permiten obtener, de un modo aproximado, la biodiversidad de un ecosistema sin llegar a ser invasivos. Análisis de sonidos en aves Del mismo modo que en la especie humana existen dialectos, acentos y lenguajes, las aves también presentan variaciones vocales y de comunicación en función de la localización de las poblaciones. Igual que un andaluz y un gallego no hablan el castellano de la misma forma, un carbonero común tampoco hace su conocido “chi chi pan” exactamente igual en todos los puntos de su distribución. La bioacústica permite analizar los sonidos de las aves y concretar esas variaciones, dialectos y cambios melódicos que presenta cada especie. Es una modalidad ornitológica muy poco invasiva que pasa desapercibida para las aves, que siguen entonando sus mejores estrofas totalmente ajenas a que están siendo grabadas. En muchos casos, esta disciplina ha contribuido a discernir entre una especie u otra. El caso más reciente en España es el pinzón azul de Gran Canaria que ha sido separado del pinzón azul de Tenerife. Entre otras características morfológicas y genéticas, el canto ha servido para asignarlo como especie. Como este existen otros muchos casos en todo el mundo en los que la bioacústica aporta datos sustanciales para determinar taxones, no solo en aves, sino también en anfibios o insectos. Reconocimiento automático de aves Las nuevas tecnologías no paran de sorprendernos, y en tema de análisis de sonidos tampoco se han quedado atrás. El último avance en bioacústica son los sistemas de reconocimiento automático de especies. Consisten en una red de sensores inalámbricos conectados a un servidor central que procesa los datos y que determina automáticamente las especies de un territorio. Aunque existen varios modelos el más significativo es “Automated Remote Biodiversity Monitoring Network” (ARBIMON) de Mitchell Aide y colaboradores. El uso de este nuevo sistema permite determinar cambios significativos en la biodiversidad de una región, normalmente causados por contaminación acústica y otras alteraciones antrópicas del medio natural. Se trata de una herramienta muy interesante para aplicar en conservación, todavía no es muy conocida, aunque tiene una aplicación muy extendida en países tropicales donde se analizan y se monitorizan los sonidos de aves y anfibios seriamente amenazados sin apenas influir en su entorno.