El Museo del Prado cumple 200 años. En sus paredes cuelgan representaciones de dioses y reyes, pero también de martines pescadores, avutardas, petirrojos, espátulas, águilas, buitres, halcones, abubillas, jilgueros, gorriones, camachuelos, aves del paraíso, arrendajos, golondrinas, ampelis, vencejos…

Estas y otras muchas aves han cobrado vida a lo largo de los siglos gracias a los pinceles de Frans Snyders, El Bosco, Tiziano, Rubens, Annibali Carraci, Brueghel el Viejo, Bartolomé Murillo, Jan van Kessel el Viejo o Martín de Vos.

En total,  setecientas veintinueve obras del Museo del Prado tienen representaciones de aves, pertenecientes a ciento treinta y seis especies. Estos datos salieron a la luz grancias a la investigación del biólogo y educador Joaquín Gómez Cano, que escrutó más de 8.000 obras de la pinacoteca. De aquel estudio nació el libro, Las aves en el Museo del Prado, editado con el apoyo de Red Eléctrica de España, y gracias a la colaboración del museo.

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Estos vuelos trazados por el pincel de diversos artistas convirtieron a los pájaros en protagonistas de sus obras pictóricas o los utilizaron como elemento de acompañamiento a una escena concreta, a veces de una forma casual y otras, sin embargo, con un significado especial o una intención muy meditada.

En 2012, SEO/BirdLife abordó la catalogación sistemática de las aves representadas en la pintura del museo, identificando la especie cuando ha sido posible y enriqueciendo de forma notable la base de datos de obras de arte de la pinacoteca.

Algunos autores se han revelado como verdaderos ‘ornitólogos’, con mucha habilidad para retratar de manera fidedigna rasgos morfológicos de las aves: a este grupo pertenecen los miembros de dos conocidas sagas familiares: los Brueghel, asentados durante seis generaciones en los Países Bajos, y los Bassano, procedentes de Italia.

Hablar de de El Bosco o Rubens resulta obligado. En solitario o en colaboración con otros artistas lograron iluminar el cielo de los Países Bajos con algunas de las representaciones de aves más fidedignas que se conocen. Sin embargo, son autores menos conocidos por el gran público, como Frans Snyders o Paul y Martin de Vos, los que configuran el núcleo de los auténticos especialistas en la representación ornitológica.

Un aspecto relevante a la hora de la identificar un ejemplar fue averiguar si se trataba de una especie inventada por el autor o simplemente mal pintada. Cuando la forma o los colores son evidencia clara de la imaginación del artista no hay mayor misterio, el problema surge cuando la posible invención parece tan real que crea la duda. Otra cuestión surge cuando al repasar las aves representadas en los bodegones españoles aparece con cierta frecuencia una especie tan rara como el francolín. La explicación de este caso se centra en el hecho de que su inexistencia en el territorio europeo es algo actual, dado que durante mucho tiempo fue una especie relativamente común por estas latitudes pero que luego, y sin que esté claro el motivo real, desapareció por completo.

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Por otra parte, los diferentes talleres de pintura poseían excelentes repertorios de láminas relacionadas con el mundo natural y que tanto los Bassano como los Brueghel y otros muchos artistas empleaban con frecuencia.

«La Anunciación», de Pedro de Calabria, muestra una paloma, símbolo del Espíritu Santo. Obra expuesta en el Museo Nacional del Prado.

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