Alejandro Quecedo, con solo 21 años, ha vivido experiencias y elaborado pensamientos fuera de la cotidianidad de muchos jóvenes de su edad. Su ímpetu y compromiso lo llevaron desde muy niño a hacerse muchas preguntas y, lo mejor, a buscar muchas respuestas. Por ello, al encuentro de otras sociedades, paisajes y lenguajes, no dudó en desplazarse desde su Briviesca natal, en Burgos, hasta los lejanos fiordos de Noruega, Reims (Francia) o las selvas de Colombia, donde remata actualmente sus estudios de Humanidades Políticas.
También ha participado en cumbres climáticas y eventos internacionales con otros jóvenes, con los que ha tejido desde manifiestos a redes personales. Y, en medio de todo, su mensaje certero de defensa de las aves, y su dedicación constante a la organización que le dio empuje, responsabilidad y confianza, SEO/BirdLife, de cuya Junta Directiva Infantil y Juvenil es presidente. Empático y sensible, riguroso y contundente; así podría definirse la valiente y apresurada dialéctica de este también ensayista, que hace dos años sorprendió en la escena ambiental y literaria con un texto en el que ya esboza un asentado ideario filosófico y político, defensor a ultranza del activismo. Su título, “Gritar lo que está callado”.
Josefina Maestre, directora de «Aves y naturaleza»
Aves y naturaleza: Alejandro, ¿un día decidió salir al encuentro de las aves o fueron las aves las que le encontraron?
Alejandro Quecedo: A mí desde pequeño siempre me gustó la naturaleza, pero tampoco era mi pasión. Esa pasión, de repente, se despertó en unos campamentos de verano que hice con WWF en las Hoces del Riaza, en el Refugio de Rapaces de Montejo. Es un lugar impresionante, donde estás todo el día a la sombra del vuelo de los buitres, con unos educadores ambientales extraordinarios. Entré sin saber identificar un buitre de un águila y salí totalmente apasionado por las aves. Diría, entonces, que allí las aves me encontraron, pero hubo mucha gente que me ayudó a encontrarlas.
AyN. Más tarde, con tan solo dieciséis años, llegó su encuentro con SEO/BirdLife, que entonces estrenaba su Sección Infantil y Juvenil.
A.Q.: Pero empecé a tener conciencia de SEO/BirdLife mucho antes, porque en cuanto buscas en Google la palabra “pájaros” te encuentras con su material pedagógico, La enciclopedia de las aves de España o las guías de campo. Me hice socio con catorce o quince años y me presenté a la convocatoria de la Junta Infantil y Juvenil con dieciséis.
AyN. ¿Y qué halló aquel adolescente en una organización que esta primavera cumple setenta años?
A.Q.: Es muy bonito ver que una asociación como SEO/BirdLife, tan veterana, siga siendo puntera, después de setenta años, no solamente en investigación y conservación en España, sino también a la hora de hacer que la sociedad disfrute y participe. Además, ha sido realmente la única ONG en nuestro país que se tomó en serio la necesidad de involucrar a la gente joven; no generar únicamente contenido para los jóvenes, sino realmente involucrarlos y hacer que contribuyan, que sean uno de los múltiples motores de la organización.
AyN. ¿Qué aspectos destacaría respecto a este empeño por que arraigue el disfrute y defensa de las aves y la naturaleza entre los jóvenes?
A.Q.: Ha habido muchos esfuerzos e ímpetu en otras asociaciones, pero la única que realmente lo está haciendo es SEO/BirdLife. Siempre ha tenido esa vocación de expansión hacia colectivos que históricamente no han participado en luchas ecologistas, uno de ellos los jóvenes. Darles voz y voto a través de la Junta Directiva Infantil y Juvenil es algo de lo que nos tenemos que sentir orgullosos; algo absolutamente extraordinario en el contexto español.
AyN. Decía, en una de sus columnas de opinión en Aves y naturaleza que en esta época acelerada en la que consumimos miles de imágenes y estímulos al día a través de las pantallas, se vuelve cada vez más difícil tener un sentimiento de arraigo, de consciencia de nuestro entorno. ¿Qué hay que hacer para cambiar esta realidad?
A.Q.: Deberíamos mirar al cielo y disfrutar, ver las aves, escuchar sus cantos, reconocer lo vivaz, la extraordinaria complejidad que tiene hasta el pájaro más pequeño. Hoy día, nuestros espacios son muy limitados, urbanos o rurales, y apenas los habitamos; por ellos discurrimos de forma rápida y poco consciente, porque nuestra capacidad mental, nuestra consciencia, está muy volcada en las pantallas, en las redes sociales, donde desfogamos nuestra emocionalidad. Estamos tan sobreestimulados que cuando dejamos la pantalla es muy difícil tener una capacidad emocional o intelectual para involucrarnos con el entorno que nos rodea, y quizás los pajareros lo sepamos mejor que nadie, porque observando un ave también percibimos su relación con el espacio. Ganar esa conciencia, ese arraigo hacia el territorio, pasa necesariamente por volver a enamorarnos de lo vivaz, de los animales, de las aves…
AyN. ¿El año pasado se reunió en Smida, en Rumanía, con una treintena de jóvenes de socios de BirdLife International de diez países de Europa. ¿Qué tipo de inquietudes, conclusiones y metas compartieron?
A.Q.: Hay una inquietud general compartida por prácticamente toda la juventud con cierto nivel de consciencia frente a la situación que estamos viviendo actualmente, una inquietud a veces calada de impotencia. ¿Qué va a pasar con nuestro futuro? ¿Vamos a seguir teniendo pájaros para mirar de aquí a treinta años? A pesar de que los medios de comunicación ya no estén prestando tanta atención a tantos jóvenes diciendo que están desesperados, esa desesperación no ha desaparecido, y los últimos informes de salud mental son muy contundentes. Las generaciones jóvenes hoy en día están extremadamente preocupadas por su futuro, por las consecuencias de la crisis ecológica, y están entrando en depresiones, en estados mentales muy complejos, y creo que este sentimiento ha quedado reflejado. Hemos reconocido que estamos viviendo una situación de emergencia, de crisis, una situación increíblemente triste porque estamos perdiendo la vida del planeta, pero eso también es un motor muy potente a la hora de establecer puentes y conexiones, y restablecer la determinación colectiva de que tenemos que actuar por conservar las aves, que es conservar también nuestro futuro. A Smida vino gente de más de treinta organizaciones, con distintos contextos, dificultades y visiones, y compartimos un mosaico de acciones, desde actividades pedagógicas a talleres o concursos, academias de jóvenes ornitólogos o actividades de conservación directa, como por ejemplo la que hemos hecho con nuestra junta juvenil en las lagunas de Ambroz. Nos dimos cuenta de que la involucración de los jóvenes de BirdLife no es solamente un elemento cosmético para la fotografía; es un elemento muy necesario para las transiciones hacia modelos sociales que puedan convivir de forma respetuosa con la naturaleza.
AyN. El Consejo Global de BirdLife International, tomando como ejemplo la experiencia de la Junta Directiva Infantil y Juvenil, y a iniciativa de SEO/BirdLife, se comprometió el año pasado a crear un Consejo Global de Jóvenes. ¿Cómo valora una iniciativa de este tipo?
A.Q.: Lo que ha hecho BirdLife es histórico y extraordinario, porque no hay ninguna organización no gubernamental de su calado que vaya a tener un modelo de gobernanza de los jóvenes como el que se está proyectando. Creo que es también una gran oportunidad, porque esa interconectividad que tienen los jóvenes, esa consciencia de que existimos de un lado a otro del mundo, en parte gracias a las redes sociales, muchas veces no se cataliza en coordinar acciones a través del mundo. Cuando hablamos de conservación de aves, de poco sirve conservarlas mucho aquí en España, si la migración en otras partes se encuentra con muchos otros problemas. Al igual que las aves migran, también las ideas deben migrar, y BirdLife es un gran ejemplo para ello. Es un proceso que se vivió con muchísima ilusión, esperanza y orgullo.
AyN. De Briviesca, a un fiordo en Noruega; después, como estudiante de Ciencias Sociales y Humanidades Políticas, con especialidad en Sociología, a la Universidad de Sciences Po Paris (campus e Reims), y finalmente Colombia, a la Universidad de los Andes de Bogotá. ¿Qué le ha llevado a este país de Latinoamérica?
A.Q.: En el tercer año de estudios en Reims, que es también el último, nos obligan a hacer un año de intercambio, y yo decidí venir a Colombia, por muchas razones. Porque es el país más más biodiverso en aves, pero también por el momento social que está viviendo, apasionante y también trágico. Colombia convive con un pasado muy traumático, porque esa realidad no ha desaparecido; todavía hay grupos armados activos que aterrorizan a la gente, y sobre todo es un país víctima del extractivismo más brutal. Respecto a la universidad, decidí continuar con mi línea de estudios de sociología, humanidades, antropología de la naturaleza y ecología política, pero también expandir mis horizontes involucrándome con la investigación académica sobre cómo opera el extractivismo y sus consecuencias ecosociales. Es una realidad desgarradora, que destruye vidas y comunidades, y lo hace para siempre; una herida eterna que se abre en la tierra.
AyN. En 2019, delegado de la juventud, a propuesta de SEO/BirdLife, en la Asamblea General de Naciones Unidas en la primera Cumbre de Cambio climático y Juventud. ¿Qué impresiones sacó de un encuentro de esa magnitud?
A.Q.: Para mí fue un momento determinante. Al principio mucha impresión; yo apenas tenía diecisiete años en aquel momento y de repente llegar a Nueva York, a la ONU, encontrarme con Merkel, Macron o ¡Harrison Ford! Pero muy pronto te das cuenta de que esa imagen que nos han vendido del parlamentarismo en la ONU no es tal. Existe la dimensión parlamentaria, pero tiene muy poco potencial político, es más bien teatral. En aquel momento se celebraba también la primera cumbre de la Juventud y la Acción Climática y habían juntado a jóvenes de todo el mundo: más de 360 personas que vienen de todo el planeta con carreras y con proyectos. Era como decir ¡guau!, hay esperanza en el mundo. Pero después te das cuenta de que en la agenda de la organización no había un solo espacio de diálogo. Todo eran conferencias, discursos…, y todo ello no llevaba a ninguna parte. Nos ayudó a interconectar con distintos movimientos de la juventud, pero al margen de la institucionalidad. Me pareció que había una parte un poco perversa, el esfuerzo de generar esa idea de inacción activa. Lo realmente importante, las conversaciones realmente difíciles que tenemos que tener brillaron por su ausencia.
AyN. En la portada de su último libro, Gritar lo que está callado, aparece un pequeño personaje de cuerpo humano y cabeza de pájaro, que parece dirigirse al mundo, angustiado. ¿Qué es lo que quiere gritar?
A.Q.: Hay muchas cosas que tienen que ser gritadas, porque la crisis que estamos viviendo va mucho más allá de que la temperatura esté aumentando. Es una crisis que pasa por innumerables problemas a nivel ecológico, de pérdida de biodiversidad, de transgresión de los límites bioplanetarios. Pero también hay un grito esperanzador, que llama a la acción, en un momento emocionante que estamos viviendo, porque si bien es cierto que nos enfrentamos a una crisis que jamás había existido antes en la historia de la humanidad, también es cierto que lo hacemos en un momento en el que hay una conciencia que tampoco había existido nunca antes. Es trágico lo que estamos viviendo, porque ya hay especies y espacios que hemos perdido para siempre, y el cambio climático ya está muy avanzado, pero esta situación nos fuerza a tomar consciencia de los modelos sociales en los que estamos viviendo y plantearnos cuáles son los que queremos construir. El libro termina con una cita de Stanley Robinson que creo resume todo muy bien. Nosotros somos los primitivos de una civilización desconocida que, con todo lo que hacemos e ignoramos, estamos generando un mundo nuevo. Nuestro deber sería tener esa consciencia integral de lo que está pasando y generar esas utopías que deben convertirse en realidades de las transiciones socioecológicas.
AyN. El libro lanza un elaborado discurso, crítico y fundamentado, sobre la crisis ecosocial. ¿Cómo define esta crisis y cómo habría que combatirla?
A.Q.: Por una parte, está la crisis ecológica, acelerada por el factor climático, pero no es el único. Tenemos una crisis de biodiversidad apabullante: estamos viviendo lo que posiblemente sea la sexta extinción masiva de especies, hemos transgredido los límites bioplanetarios, dos tercios de toda la superficie planetaria, según el IPBES, están severamente afectados por la mano del ser humano… Nuestras condiciones de habitabilidad están en jaque, por nuestro maltrato al medio natural. La forma en la que la hemos producido está enmarcada dentro de dinámicas de opresión y de poder que ostentan sobre todo los países del norte global, mediante procesos como el colonialismo, sistemas económicos como el capitalista, que han utilizado métricas que permitían destruir la naturaleza como algo lógico para aumentar el PIB de un país. Las dinámicas que han generado esta crisis han sido sociales y para hacerle frente no basta únicamente con soluciones basadas en la naturaleza ni con una tecnología divina. La solución a esta crisis tiene que ser social. Tenemos que cambiar nuestro modelo social y la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza. Si no hay transiciones sociales, no puede haber una transición ecológica.
AyN. Siete años de activismo, presidente de la Junta Directiva Infantil y Juvenil de SEO/BirdLife, asesor de la Unesco… Un camino ascendente que ¿hacia dónde cree que le puede llevar personal y profesionalmente?
A.Q.: Este es mi último año de la universidad, me toca decidir máster y no tengo ni idea de adónde me dirigiré. He echado solicitudes por todas partes y una vez lleguen las cartas de aceptación decidiré. Creo que vuelvo un poco al principio, a la sensación de impotencia y de estrés climático que vive nuestra generación. Somos incapaces de proyectarnos de aquí a cinco o diez años, y esa incapacidad no es solamente una pobreza imaginativa, es simplemente la consciencia de que las narrativas que nos han vendido sobre cómo será tu vida de adulto, qué tienes que esperar; esas ideas de estabilidad económica, familia, coche, vacaciones… no va a ser real porque, o bien utópicamente –ojalá– habremos cambiado el modelo de sociedad, o bien porque las condiciones de habitabilidad a las que nos está llevando la crisis ecosocial habrán cambiado tanto que ese modelo de vida al que estamos aspirando no será posible.
AyN. En los últimos años los jóvenes han entrado en la escena de la movilización climática con mucha fuerza, pero parece que este empuje y visibilidad se está debilitando. ¿Por qué cree que se está produciendo este retroceso?
A.Q.: Yo no creo que sea cierto, aunque pienso que está habiendo una transformación sustancial en la forma en la cual los jóvenes se están involucrando. Sí veo que ese paradigma que había en 2019, cuando empezó todo el movimiento de Fridays for Future, se está acabando. Es una organización que sigue establecida y muy bien organizada con mucha gente, pero ese monopolio mediático que tenían lo han perdido. Siento que la juventud de hoy en día se está diseminando en tres espacios. Por una parte, y creo que tristemente es el más marginal, tenemos el caso paradigmático de SEO/BirdLife, una oportunidad real para los jóvenes de optar por organizaciones no gubernamentales o instituciones productoras de conocimiento científico con el que aspiramos a transformar la sociedad. Por otra parte, tenemos jóvenes completamente integrados en las instituciones responsables de esta crisis, operando bajo el discurso de que trabajan para transformar dichas instituciones. Y, aunque hay quienes realmente lo hacen, muchos se han convertido en un producto del capitalismo verde. La tercera vía, que está creciendo, tiene que ver con movimientos sociales cada vez más radicales, desde Extinction Rebelion a Futuro Vegetal; colectivos que están de acuerdo en que el sistema tiene que cambiar pero apuestan por proyectos mucho más localistas o acciones mucho más radicales, incluso de sabotaje.
A.N.: ¿Cómo va a enfocar el camino la Junta Infantil y Juvenil de SEO/BirdLife para que el necesario cambio ecosocial sea una realidad?
A.Q.: Es complejo, se trata de un problema global y estructural, y nosotros somos seis jóvenes enamorados de las aves. Por ello, tenemos una vocación para establecer conexiones y colaboración entre distintos actores sociales dentro de SEO/BirdLife, pero también con otras plataformas y movimientos de jóvenes que defienden la naturaleza. Quiero destacar las primeras Jornadas de Jóvenes Pajareros que celebramos el pasado año en Galicia; un encuentro para generar palabras, sinergias y proyectos colectivos. Es necesario también hacer pedagogía. De ahí, por ejemplo, las becas Eduardo de Juana. Necesitamos impulsar una pedagogía activa que no busca únicamente decir «los jóvenes tenéis un problema muy grande», sino que proporcione herramientas para solucionarlo. También somos conscientes de que necesitamos escuchar, y por eso estamos lanzando los grupos de reflexión, a los cuales invitamos a todos los jóvenes a dialogar: sentimos que hay muchas perspectivas que no se han escuchado todavía, en especial en el ámbito local, donde estamos involucrados, por ejemplo, como he comentado, desde hace un par de años en la defensa de las lagunas de Ambroz, en Madrid.
Entrevista publicada en el nº 42 de la revista Aves y naturaleza, editada por SEO/BirdLife