Durante mucho tiempo los botánicos han creído que las flores evolucionaron con una combinación de características singulares de colores, formas y orientaciones para atraer polinizadores específicos. Sin embargo, un reciente artículo publicado en la revista Ecology demuestra que las flores visitadas casi exclusivamente por colibríes están realmente diseñadas no para atraer a estas aves sino para disuadir a los abejorros.
Pero…¿qué más le da a una planta quién la visite, si el caso es ser polinizada? Pues parece que sí les importa, ya que no todos los polinizadores son igual de eficientes. En el caso que nos ocupa, las flores que atraen a los colibríes trabajan juntas para confundir a las abejas y abejorros, obligándolos a buscar el néctar en alternativas florales que puedan explotar más fácilmente. De esta manera el camino queda despejado para atraer a sus polinizadores preferidos, los colibríes.
Según el autor principal del estudio, Rober Gegear, del Worcester Polytechnic Institute, “la mayoría de las flores polinizadas por los colibríes evolucionaron de antepasados polinizados por abejas”. “Mientras que las variantes florales ‘pro-abejas’ tienden a ser verticales y tienen coloración azul o púrpura –añade–, las variantes ‘pro-aves’ tienen una orientación horizontal y coloración roja o naranja. Además, las flores de abeja suelen contener pequeñas cantidades de néctar concentrado, mientras que las flores de aves tienen mayores cantidades de néctar diluido”.
Aunque se ha pensado durante mucho tiempo que las características de las flores ‘pro-aves’ operan de manera independiente para dificultar el acceso de las abejas a su néctar (en el caso de la coloración roja, incluso para ver las flores), el estudio muestra que, de hecho, los rasgos interactúan sinérgicamente para alentar a las abejas a buscar en otras partes su anhelado el néctar.
Experimento con flores de papel
En el laboratorio, Gegear y su equipo observaron el comportamiento polinizador de las abejas usando arreglos florares de papel que imitaban la floración de Mimulus lewisii (flor de mono púrpura), que es polinizada principalmente por abejorros, y una especie hermana de la anterior, Mimulus cardinalis, pero que la polinizan principalmente los colibríes. Probaron tres características: color, orientación y recompensa del néctar en varias combinaciones.
Los investigadores hallaron que las abejas visitaban fácilmente flores verticales, independientemente de su color, así como flores de lavanda, independientemente de su orientación. Sin embargo, cuando las flores rojas se colocaron en la orientación horizontal y las flores de lavanda se colocaron en una orientación vertical -imitando las flores naturales de Mimulus cardinalis y Mimulus lewisii– las visitas de los abejorros cayeron en picado. Se observaron efectos similares cuando se combinó la coloración roja y el néctar diluido, mostrando que los rasgos de presentación floral y recompensa también interactúan para desalentar la visita de los abejorros.
“Los abejorros, al igual que la mayoría de los polinizadores, no están genéticamente programados para visitar sólo flores en particular”, dice Gegear. “Son generalistas que buscan maximizar su tasa de ingesta de recompensa. Pero desde la perspectiva de la planta, el polinizador ideal es el que adopta una estrategia de forrajeo especializada, ya que esto ayudará a asegurar que cada planta reciba solo polen de su propia especie. Al combinar las características florales particulares, las plantas manipulan a los polinizadores para convertirse en especialistas al hacer de la generalización una opción económicamente menos atractiva”.
Para Gegear, su estudio demuestra que por lo menos dos características florales tuvieron que cambiar para que la flor “pro-aves” Mimulus cardinalis evolucionara de la flor de “pro-abeja” Mimulus lewisii, y que esos cambios sirvieron para disuadir a las abejas. Para saber por qué las abejas evitan las flores de los pájaros, Gegear estableció un experimento diferente en su laboratorio. En primer lugar, las abejas se habían alimentado en arreglos de flores de papel, todos ellos del mismo color y orientación. Cada flor contenía una recompensa de azúcar. Durante estas carreras, cada abeja aprendió a asociar cada combinación de color y orientación con una recompensa.
A continuación, las mismas abejas libaron en matrices mixtas en las que una combinación de color-orientación contenía néctar y las otras combinaciones contenían agua destilada. Gegear y sus estudiantes observaron cuánto tardaron las abejas en aprender qué flores valía la pena visitar. Una vez que fueron capaces de hacer la elección correcta el 80 por ciento del tiempo, observaron las próximas 20 visitas de flores, anotando el intervalo de tiempo entre visitas a las flores y el número de veces que las abejas visitaron flores sin recompensa.
Así, encontraron que era mucho más difícil para las abejas aprender y localizar eficazmente las combinaciones de flores para pájaros. «Estos datos sugieren que la razón por la que las transiciones evolutivas desde flores afines a las abejas a ser afines los pájaros están a menudo acompañadas por un cambio floral en los rasgos clásicos para pájaros, porque las abejas lo tienen especialmente difícil combinando el rojo con otros rasgos sensoriales, incluyendo las recompensas del néctar», explica el autor principal.
«Se tarda más en aprender a buscar estas combinaciones, y una vez que las aprenden, se tarda más en reconocer estas flores. Así, las abejas evitan las flores ‘pro-aves’ en ambientes florales mixtos, porque tiene sentido económico para que lo hagan. Cuando se pone todo esto junto, se encuentra que las ‘flores pro-aves’ son realmente las ‘flores anti-abeja’ que funcionan explotando limitaciones sensoriales y cognoscitivas específicas», matiza Gegear.
Referencia
-Robert J. Gegear, Rebecca Burns, Katharine A. Swoboda-Bhattarai. “Hummingbird” floral traits interact synergistically to discourage visitation by bumble bee foragers. Ecology, 2017; 98 (2): 489 DOI: 10.1002/ecy.1661