El Cornell Lab of Ornithology estudia cómo influyen los focos del memorial del 11 de Septiembre a las aves viajeras
Apagar las luces durante la máxima concentración de aves permite que se dispersen y evitar así su desorientación tras ser “atrapadas” en los potentes focos
Cada año, el 11 de septiembre, dos llamativas columnas de luz conectan el cielo con el suelo de Manhattan en Nueva York. Forman parte de una instalación que durante 24 horas conmemora a los que sufrieron el ataque terrorista de 2001 en el World Trade Center. Si nos fijamos bien en estos potentes rayos de luz se pueden ver centenares de pájaros confusos que giran sin fin, como si estuvieran atrapados en su interior.
«Las aves utilizan puntos de referencia para orientarse, como los mapas estelares que usaban los primeros navegantes», asegura Susan Elbin, directora de Conservación y Ciencia en Audubon NYC. “Creyendo que están volando hacia la luz de las estrellas o algo similar, las aves migrantes nocturnas se sienten atraídas por la deslumbrante exhibición del memorial del 11-S, donde terminan desperdiciando una energía crucial para sus largos viajes volando alborotadas”.
Aunque el fenómeno es visible a simple vista, es difícil medir directamente cómo las luces afectan a las aves. No sólo es difícil identificar las especies por la noche, sino que también es difícil medir cómo responden a las luces, dice Elbin. Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences justifica sus preocupaciones: que los pájaros se desvían de sus rutas migratorias regulares para reunirse en las luces del memorial y esto les puede provocar la muerte.
Para comprender mejor este comportamiento y recopilar datos, investigadores y voluntarios del Cornell Lab of Ornithology y Audubon NYC han estado trabajando con el equipo del «Tribute in Light«, el National September 11 Memorial & Museum, para supervisarlo. Utilizan radares para detectar altas densidades de aves, saber cuántas están en las columnas de luz, y grabar sus sonidos para medir los niveles de estrés y el número de las especies que se concentran. Si el recuento alcanza una altura peligrosa, o hay más de 1.000 aves que circundan el lugar, aconsejan a los técnicos que apaguen las bombillas durante 20 a 30 minutos para que los “viajeros” se dispersen.
Para el estudio, Elbin y sus colaboradores analizaron datos recopilados por voluntarios entre 2010 y 2016 para comparar la actividad de las aves cuando las luces estaban iluminadas y apagadas. Durante el período de estudio, se estimó que 1.1 millones de aves, principalmente de paseriformes, se vieron por la instalación. Durante la exhibición del memorial, el número de aves en la zona aumentó en más de tres veces en comparación con una típica noche de otoño en la ciudad de Nueva York, y distorsionó muchas de sus rutas de vuelo. «No sólo los pájaros que están en el vecindario, si no que vienen a la luz desde lejos», dice Elbin, autora del estudio. «La luz brillante tiene un fuerte efecto sobre las aves y su comportamiento».
Los científicos plantean la hipótesis de que la luminiscencia conduce a mayores riesgos de colisiones fatales, también. «La luz en sí no es un problema: el problema es la energía [de los pájaros] y el desvió que tienen que hacer en sus rutas», dice Elbin. «Lo más probable es que terminen aterrizando en algún lugar hasta el día siguiente». Las aves migratorias suelen descansar en la ciudad durante la noche, y luego se arriesgan a volar en la jungla de cristales de la ciudad por la mañana.
Las observaciones ofrecen una idea más clara acerca de la relación entre las luces artificiales y las aves, y también proporcionan evidencias de que las acciones rápidas pueden minimizar el daño. Los científicos descubrieron que desactivar las potentes luces eliminaban su efecto disruptivo casi inmediatamente: los pájaros emitieron menos llamadas, volaron más rápido y se alejaron del sitio en cuestión de minutos.