La grulla ocupa básicamente terrenos pantanosos y otros humedales con vegetación palustre o herbácea durante la época de cría,.
En invierno, las bandadas de grullas se concentran durante el día para alimentarse en cultivos, arrozales, marismas y, en particular, dehesas de encina. A la caída de la tarde, abandonan estos enclaves y se dirigen a las áreas utilizadas como dormideros, normalmente lagunas, embalses, campos de regadío o marismas, situados en lugares tranquilos y, en general, no muy alejados de sus áreas de alimentación.
Durante el periodo reproductor se alimenta, sobre todo, de materia vegetal variada, como raíces, rizomas, tubérculos, frutos, hojas o semillas. Esta dieta vegetariana se complementa con un importante aporte proteínico en forma de invertebrados diversos, como insectos, lombrices o arácnidos, fundamentales para el desarrollo de los pollos.
En los primeros meses de la invernada consume casi exclusivamente bellotas y, una vez agotado este recurso, se emplea en los granos de cereal que quedan en el suelo después de la cosecha, a los que une bulbos, legumbres, lombrices, caracoles y, ocasionalmente, algún pequeño vertebrado.
Nada más llegar a sus lugares de cría, las grullas se entregan a un complejo ritual de cortejo, siempre en lugares tranquilos y apartados, en el que ambos sexos ejecutan una serie de movimientos, saltos y exhibiciones acompañados de un considerable griterío.
Finalizado el cortejo, la pareja busca un emplazamiento adecuado para el nido, que suele tratarse de alguna pequeña elevación entre las plantas palustres. En ella se sitúa una estructura desordenada que les servirá para sucesivas temporadas, construida a base de tallos de carrizo y ramas, en la que la hembra deposita, normalmente en el mes de mayo, dos huevos de color variable, entre beis y verde azulado, brillantes y moteados.
La incubación, en la que participan ambos adultos, dura aproximadamente un mes, al cabo del cual nacen los pollos con unos días de diferencia entre ellos, lo que conlleva que el primero reciba las máximas atenciones, en tanto que el segundo puede llegar a malograrse. A las pocas horas de la eclosión, las pequeñas grullas son capaces de desplazarse por sí mismas y abandonan el nido en compañía de sus progenitores. A los 67-70 días, los jóvenes comienzan a practicar sus primeros vuelos.
La familia se mantiene unida durante la migración y toda la invernada, hasta el momento en que se inicia el retorno a las áreas de cría, que los adultos emprenden algo más temprano.