“Si al echar la sardina al agua coges un ave, ese anzuelo ya no pesca; por tanto este trabajo en común es bueno para las aves y es bueno para todos”: Guillermo Roquer, pescador de palangre

La vida en los océanos cotiza a la baja. Una prueba de ello son las aves marinas, uno de los grupos de aves más amenazados del mundo. La captura y muerte accidental en artes de pesca aparece entre las principales causas de su regresión. Para tomar el pulso a esta situación, un equipo de siete biólogos se ha lanzado al Mar Balear con la complicidad de los patrones de más de sesenta barcas de pesca. Juntos –dentro del proyecto ZEPAMED de SEO/BirdLife, y con apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica- buscan soluciones a un problema que une a conservacionistas, científicos, pescadores y gestores políticos.

 

Pardelas cenicientas junto a embarcación ©Pep Arcos-SEO/BirdLife

El equipo científico, distribuido estratégicamente por varios puertos de Catalunya Comunidad Valenciana, Murcia y Baleares, escenarios limítrofes del Mar Balear, hacen un seguimiento de la pesca y de su interacción con las aves marinas, a través principalmente de encuestas y del reparto y seguimiento de cuadernos que cumplimentan los propios pescadores. El principal objetivo es obtener datos sobre las capturas accidentales de aves en distintas artes, sobre todo palangre, prestando especial atención a las ZEPA marinas por ser estas de gran valor para las especies más sensibles. Para complementar esta labor, también realizan embarques, y discuten con los pescadores cuáles pueden ser las mejores fórmulas para solucionar estos incidentes. En algunas zonas, además, se trabaja también en desarrollar y poner a punto algunas de las medidas de mitigación más prometedoras.

Aunque padecen otras amenazas, como la contaminación, la pérdida de hábitat, los depredadores introducidos o la sobrexplotación pesquera, la captura accidental –el llamado “bycatch”- representa para algunas una verdadera lacra. Más de 200.000 ejemplares caen todos los años por esta causa en aguas comunitarias (45% de la muerte no natural), algo que también supone una gran molestia para los pescadores, que pierden anzuelos, oportunidades de pesca y daños en las artes.

 

Antes había muchas…

Jordi Granollers, palangrero en el puerto de Llançá (Girona) y colaborador de ZEPAMED, es consciente de la situación. “No sé si es que no hay bastante comida para ellas o es que ha disminuido la población, pero antes había muchas, muchas aves. A veces teníamos que parar de calar porque solo cogíamos pájaros, y ahora, un día como hoy, vienen cincuenta y ya nos parecen muchas; por cierto, que ninguna se ha quedado enganchada. Hoy  también, aunque hemos calado 2.500 anzuelos, no hemos pescado ninguna merluza”, apostilla, para mostrar su preocupación por los cambios producidos en la pesca: cada vez menos pescado y de menor tamaño.

 

Guillermo Roquer y Vero Cortés trabajando en tubo «ocultacebos». ©Josefina Maestre-SEO/BirdLife

 

Para Vero Cortés, miembro del equipo de SEO/BirdLife y principal responsable del desarrollo de medidas de mitigación, “Trabajar codo con codo con los pescadores para buscar soluciones a uno de los impactos más importantes para las aves marinas del Mediterráneo, intercambiar conocimientos con ellos y ver cómo se implican resulta muy gratificante. También saber que este trabajo ayuda a aumentar su interés y sensibilidad por las aves, algo vital si queremos dar solución a este problema”.

“La relación de los pescadores con organizaciones como SEO/BirdLife –señala por su parte el también palangrero Guillermo Roquer y colaborador en las pruebas de mitigación- es buena. Aunque siempre puede haber alguien que sea un poco más desconfiado, la mayor parte de la gente está dispuesta a colaborar. Si al echar la sardina al agua coges un ave, ese anzuelo ya no pesca; por tanto este trabajo en común es bueno para las aves y es bueno para todos”.

A grandes males, a veces, sencillos remedios 

Precisamente con este pescador, también de Llançà, se investiga la efectividad de un tubo un tanto especial -aunque no lo parezca a simple vista- que se coloca en la popa del barco y por el que pasan las líneas de cebos del palangre. De esta forma los cebos quedan fuera de la vista de las aves y, también, al permitir un calado del palangre más rápido, disminuye su atracción  y se evita, por tanto, que queden enganchadas en el arte. Aparte del tubo “ocultacebos”, que ya ha sido probado en una versión diferente en pesqueros ecuatorianos, también han experimentado con líneas verticales de anzuelos, una idea que viene, en este caso, de Chile, además de un producto que emite un fuerte olor e inhibe a las aves de su acercamiento, en este caso con pruebas en el norte de Barcelona.

Un tercio de las cerca de 350 especies de aves marinas conocidas está amenazado. España es el país comunitario con mayor diversidad -40 especies regulares, la mitad de ellas nidificantes-, debido, fundamentalmente, a su situación geográfica. La pardela balear se lleva la peor parte. “Se trata de una especie endémica del Mediterráneo, en cuya conservación tenemos una gran responsabilidad. Su población disminuye un catorce por ciento al año, en buena parte debido a las capturas accidentales, por lo que si no se hace nada por cambiar esta tendencia en sesenta años estará extinta”, resalta Pep Arcos.

 

Carles Tobella, de ZEPAMED, mostrando información de aves marinas a un pescador ©Pep Arcos-SEO/BirdLife

Vigías del Mar Balear  

Al igual que Vero Cortés, otros cinco biólogos llevan a cabo actividades similares en otras zonas del Mar Balear, todos coordinados por Pep Arcos y por la propia Cortés. Cada uno trabaja con una decena de barcos para realizar seguimiento de aves, tras convencer –si hace falta- a los patrones de la conveniencia de su colaboración. Les entregan un cuaderno en el que deben apuntar las interacciones que tienen con las aves en cada jornada: especies vistas, capturadas, muertas, artes utilizadas, etcétera. Aparte de las tareas de formación y supervisión de los datos aportados, los técnicos también realizan encuestas a los escadores y otras labores como la recogida y necropsia de cadáveres.

Para complementar esta labor, también realizan embarques y discuten con los pescadores cuáles pueden ser las mejores fórmulas para solucionar las capturas accidentales.

El equipo está formado por Carles Tobella (Barcelona y sur de Girona); Pere Josa (sur de Tarragona); Toni Mulet y Ana Orts (Alicante y Murcia); David García (Baleares); Vero Cortés (norte de Girona), y Pep Arcos (coordinador del proyecto).

El nombre de este proyecto, que hace referencia a las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) en el Mediterráneo, cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Transición Ecológica en el marco del Programa Pleamar, cofinanciado por el Fondo Europeo Marítimo y de Pesca (FEMP).

 

 

 

 

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