De todas las víctimas de una guerra, la naturaleza es quizá la más olvidada.

Pozos de agua contaminados, cultivos arrasados, tala de bosques, envenenamiento de suelos, caza ilegal de animales para su comercio…

Todos ellos, usos abusivos al servicio de los grupos armados para obtener financiación o una ventaja militar. Para elevar la atención ciudadana sobre esta problemática, Naciones Unidas ha declarado el 6 de noviembre como el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados. Y en este día, SEO/BirdLife también quiere recordar a quienes trabajan en la defensa ambiental de estas zonas, en muchas ocasiones poniendo en riesgo sus vidas. Unos prismáticos para realizar seguimiento de aves pueden convertir a un conservacionista en un sospechoso. O en un blanco fácil.

Naturaleza víctima de la guerra

La historia está llena de ejemplos. Los Jemeres Rojos se financiaron en Camboya con la tala de bosques. De hecho, las negociaciones de paz solo se iniciaron cuando el grupo se quedó sin fondos debido al cierre de fronteras a la madera ilegal por parte de Camboya y de Tailanda, que adoptaron la medida ante la creciente presión internacional. En Liberia, se han denunciado casos de tráfico de madera ilegal relacionados con contrabando de armas o de los llamados diamantes de sangre. Una madera igualmente manchada de sangre que también ha financiado conflictos en Myanmar o la República Centroafricana.

Al parecer, según explica el responsable de Internacional de SEO/BirdLife, Jorge Fernández Orueta, este tipo de práctica es relativamente sencilla para los grupos armados: aunque se trata de una mercancía voluminosa, resulta muy difícil de rastrear. En el caso del preciado marfil de los colmillos de elefante, el contrabando resulta más complejo pero eso no ha hecho desistir la matanza de elefantes por grupos armados en África.

Además del expolio de la biodiversidad como método de financiación, se produce una destrucción intencionada y masiva de los recursos naturales principalmente para privar de sustento y de refugio al enemigo. Aunque la táctica de la tierra quemada es casi tan antigua como la inútil historia de los conflictos bélicos, sigue siendo una triste realidad. De hecho, cuando la tecnología lo permitió, se empezaron a utilizar herbicidas y defoliantes dispersados desde aeronaves para privar de cosechas y para eliminar los refugios naturales. Quizá, el caso más famoso y trágico, dado que sus consecuencias persisten hoy en día, es el uso del agente naranja y otros productos durante la Guerra de Vietnam. La pérdida de cosechas obligó también a la población civil a retirarse a las ciudades.

Aunque cesen las hostilidades, la huella de la guerra persiste durante años cuando no es completamente imborrable: campos de minas, contaminación por la munición empleada…. Las historias se suceden en zonas como los Balcanes u Oriente Medio. En el caso de las minas, además del riesgo para la población civil, las instituciones encargadas de la gestión, la vigilancia o el desarrollo en las zonas afectadas no pueden trabajar. O simplemente mueren.

El conservacionista Didier Marchessaux murió, junto a su equipo, al activarse una mina al paso de su vehículo en la costa del Sahara Occidental donde estudiaban la población de foca monje del Mediterráneo.

Avefría social (subramanya CC)

Avefría social (subramanya CC)

Con todo, ni la guerra logra detener el trabajo de conservación de la naturaleza. Gracias al heroico esfuerzo de ambientalistas en todo el mundo, se siguen dando pasos para evitar o paliar el impacto sobre el medio natural. En BirdLife lo hemos vivido en numerosas ocasiones. Por ejemplo, nuestros colegas de la SSCW, organización hermana en Siria, han analizado el  estado de los últimos ibis eremitas en Palmira, arrasada por el Estado Islámico. Y nuestros compañeros de Turquía, Doğa Derneği, han realizado numerosas trabajos de seguimiento para conservar la avefría social, una de las aves más amenazadas del mundo,  en un Área de Importancia para las Aves próxima a la frontera con Siria y controlada por el grupo terrorista. Son solo dos pequeñas experiencias de las muchísimas acciones que, cada día, se realizan en tierras de conflicto.

 

 

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